Es cierto, mis ojos están en blanco. Duros. De mármol. Cómo quisiera ver a Bernini y sentir el mejor de los flechazos.
Categoría: Lilian Elphick
3.202 – Pandora
La caja es de madera de pino sin barnizar, como un ataúd en el muro de los lamentos. Es ahí donde habito. Me he acostumbrado a las rendijas por donde entra luz, a las astillas que me recuerdan que estoy viva, al silencio de la noche y a la algarabía del día. Hasta ahora, nadie ha tratado de forzar la cerradura de la caja, es tan inofensivo su rectangular deseo. A veces, alguien la levanta, pero teme males y desgracias, y la deja en el suelo como una piedra o una carta rota en varios pedazos. Ya no me molestan los viajes de la caja. Soy errante y callo. Me llevan en manos especialistas, y luego de un rato concluyen: no hay bomba. Vuelvo al bosque o a un tarro de basura. El mundo olvida rápido; pasará poco tiempo y la caja no estará en sus sueños, ni siquiera en los míos.
Lilian Elphick
Después de Troya. Ed. Menoscuarto.2015
3.165 – Blanco perfecto
3.101 – Verano del ‘80
3.028 – No ha lugar
No era el chas chas de la escoba ni los tacones apurados de la mujer chillona. Era un sonido suave, encantador. Salí del cubil y me asomé con precaución. Ahí estaba el hombre soplando su palo con agujeros. Cerré los ojos. Soñé con avena, trigo; quise estar nuevamente en el campo. Todos los que estaban conmigo lo siguieron. Yo no me atreví. Siempre fui un cobarde. Después, supe que los llevó al río y que murieron ahogados. Días más tarde, la mujer lloraba. No barría, sólo rogaba que el hombre le devolviera a sus hijos.
Le hago compañía. Ella me agradece con trocitos de queso.
A veces, miramos juntos la puesta de sol en este pueblo de fantasmas.
Lilian Elphick
Diálogo de tigres. Santiago de Chile: Mosquito Comunicaciones, 2011.
2.890 – La geometría de los ojos
2.744 – El éxtasis de Santa Teresa
2.364 – Blanco perfecto
1.959 – Aviso de robo
Mi silencio ha sido robado.
La persona que lo encuentre, trátelo con cariño. No le grite, que se asusta. No lo maree con palabras inútiles.
Una vez que el silencio se haya acostumbrado, favor de clavarle el puñal bien adentro, en el centro de su total indiferencia.
Deje los restos en la calle. No faltará quien se los lleve.