Para que sus almas, rescatadas del Limbo, fueran condenadas a la monótona felicidad del Paraíso, no les bastó con ser secretamente buenos, aunque fuesen de una bondad total, desmesurada. Sólo los que además de ser buenos fueron lo bastante famosos como para figurar en el Libro contaron, según el Dante, con esa prerrogativa. Como para no preocuparse de cuidar las relaciones con la prensa.
Categoría: Ana María Shua
3.174 – Espectros
Si los fantasmas se esconden a tu paso con temblores de sábana, si los esqueletos vuelven a zambullirse de un salto en sus propias tumbas, no te jactes, amigo. Nunca te jactes de asustar a los espectros. Las muecas de terror con que se apartan de tu camino no son más que simulacros con los que pretenden hacerte creer que todavía estás vivo.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009
3.173 – Los duelistas
Los duelistas, distraídos en angustiosos pensamientos, no escuchan la voz de alto después de los doce reglamentarios pasos y siguen avanzando indefinidamente. El duelo se posterga pero no se suspende. Aunque finjan no reconocerse cuando se encuentren, sin testigos, en las antípodas, la presencia de los padrinos los obligará a lavar su vergüenza cuando vuelvan a encontrarse en el campo de honor. Se traen vituallas, se instalan tiendas de campaña.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009
3.172 – 197
Como todas las noches, la cubren con un mantel, sirven los platos, se sientan a su alrededor y dejan que la pobre mesa adopte ese aire digno, familiar, que le permite representar su papel con una convicción que no tendría si supiera que sólo fingen comer, que hasta los ravioles y el tuco son pura utilería.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009
3.164 – 188
3.131 – Sangre de la canilla
De la canilla brota un chorro de sangre que no cesa. La visión me tranquiliza: se trata de una pesadilla clásica que no han desechado como tópico ni la literatura ni el cine. Pasados los primeros meses, sin embargo, comienzo a inquietarme. A los dos años emprendo su comercialización a través de una fábrica de embutidos y también como proveedora de clínicas y hospitales. La progresiva anemia de la población favorece mis negocios. A los diez años mis influencias políticas me permiten resistir una investigación ordenada por el consorcio del edificio. Cuarenta años después, rica, anciana y poderosa, accedo al despertar que me devolverá a la pobreza y al agua, pero también a la juventud.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009
3.120 – Un desencuentro
Se conocieron en verano, cuando los dos eran viejos. Quizás por eso él pudo creer que su amor por ella era mejor o diferente. Ella sostenía la taza de té con tanta elegancia que parecía ingrávida en su mano, como si levitara y el creyó que la quería por eso, por cosas así.
Cuando la vio desnuda, frágil, arrugada, con la piel de los brazos colgando y el sexo casi calvo, no pudo desearla y eso acentuó su sensación de un amor ideal, desesperado. Pero ella era mujer y no se sentía diferente de su propio cuerpo ni creía en un amor que no fuera capaz de incluirlo.
Se separaron jurándose correspondencia y reencuentro, pero nunca se volvieron a ver. El murió primero y sus hijos encontraron un enorme y extraño paquete de cartas: ella le había enviado durante años sobres de colores que contenían solamente hojas en blanco.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009
3.103 – Sapo y princesa IV
Envalentonada por su primer éxito con el sapo, la princesa dedica sus días a besar a los burros, a las arañas, a los buitres, a los gusanos, a los jabalíes, a las víboras, a los caracoles y a los palafreneros, obteniendo, hay que reconocerlo, alguna ocasional transformación (bajo la celosa mirada del príncipe): un jabalí convertido en víbora, algún buitre que pasa a ser caracol, y la siempre renovada esperanza de los palafreneros, que sueñan con transformarse en herederos del trono.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009
3.097 – Magia de los espejos
A los cuarenta y cinco años Moisés Cufari compró un tour a Israel y Grecia para él y su señora. El mercado de Jerusalén les pareció sucio y asombroso. Bebieron jugo de zanahoria, compraron un albornoz y un espejo. Si este espejo se mira de frente —les dijo el vendedor, en buen inglés— se ve lo que más se ama. Mirarlo de costado es peligroso.
En el hotel no funcionaba el aire acondicionado. Cufari miró el espejo de frente y vio su propia cara. Lo miró de costado y no sucedió nada. Entonces tuvo la certeza de que la magia no existe y le dolió el corazón y su decepción fue tan grande que no pudo sobrevivir a ella.
La mujer y el vendedor, unos días más tarde, se reían juntos en Corfú. Tenías razón, dijo él: era más crédulo de lo que yo calculaba. Y miraban el espejo de costado, como quien no tiene ilusiones. Sin embargo, al fin también murieron, como nos pasa a todos.