Un hombre parecía tener las mangas de la chaqueta pegadas a los brazos, arrastraba los pantalones y los pies. A una mujer le salía la cabellera en el rostro y tenía los brazos en alto. Unos niños parecían salir de la tierra y que les brotaban hojas.
-¿Qué es esto? -pregunté al hombre que parecía estar a su cuidado.
-Bocetos -me dijo-. Algunos llegan a lograrse.
Categoría: Antonio Fernandez Molina
2.764 – Algunas noches…
2.735 – Cuando alguien muere en Cejunta…
Cuando alguien muere en Cejunta, inmediatamente se le vacían los bolsillos y se reparte su contenido entre sus seres más allegados. Han de tragárselo en el momento, y, si no pueden, a pedacitos o con auxilio de alguna bebida.
A veces, por este motivo perece alguno de los familiares del difunto y se le vacían también los bolsillos y sus allegados tragan lo que hay en ellos. Si esto provoca las muertes en cadena, por esta causa, puede llegar a extinguirse una familia.
En ese caso, a la salida del pueblo, se plantan tantos árboles como personas han muerto, y el cuidado de estos árboles corre a cargo del municipio, que obtiene de la madera beneficios saneados.
Antonio Fernández Molina
Las huellas del equilibrista. Ed. Menoscuarto 2005
2.405 – En Gamud, las casas sin chimenea…
En Gamud, las casas sin chimenea pertenecen a las viudas, que tienen la obligación de ser castas y de guardar fidelidad al recuerdo de su difunto. Cuando una viuda comete una falta contra esta costumbre, se coloca una chimenea en su tejado y ha de salir a la calle con un gorro adornado de plumas.
Es una vergüenza tan insoportable, que las viudas que no tiene medios holgados para emigrar, palidecen y adelgazan como un tallo de patata creciendo en la oscuridad.
Antonio Fernández Molina
Las huellas del equilibrista. Ed. Menoscuarto 2005
2.308 – Desatornillaba los dedos…
2.304 – Cuando dentro de la ciudad de Gamud un hombre mata a otro…
Cuando dentro de la ciudad de Gamud un hombre mata a otro, aunque sea en legítima defensa, ha de pagarlo con la vida. Únicamente puede salvarle una cosa. Si el muerto era casado, y el que lo mató no tiene inconveniente, vestir su ropa y acicalarse de modo que se le asemeje lo más posible, presentarse ante la mujer del difunto ataviado de esa manera y así conseguir hacerle comprender que en todo caso ella no perderá en el cambio. Si la mujer acepta, el hombre está salvado y desligado de anteriores compromisos. Su mujer, en ese caso, queda en la misma situación que si fuera soltera.
Así se han solucionado muchos conflictos de alcoba.
Antonio Fernández Molina
Las huellas del equilibrista. Ed. Menoscuarto 2005
2.296 – Cómo amaestrar, distraer, convencer a una sardina.
La idea de que las sardinas son irresponsables es falsa. Las sardinas son susceptibles de recibir una educación.
Cójase una sardina y colóquesela desnuda en una palangana, cuidando antes de poner sal en el agua. Después se la puede amaestrar con mucha paciencia. Váyanse anotando los progresos cada siete horas, no se cambie de educador ni se la deje abandonada durante más de setenta y cinco minutos. Cuando la sardina retrocede en sus progresos es muy difícil hacerla avanzar.
Al mismo tiempo hay que evitar que la sardina se aburra, darle el clima apropiado y cuidar de que asista a espectáculos que la reconforten.
Convencer a una sardina se la convence con facilidad. Basta encontrar a la persona adecuada. Nace una cada ciento siete años. Usted pone un anuncio y espera la contestación.
Antonio Fernández Molina
Las huellas del equilibrista. Ed. Menoscuarto 2005
2.288 – En Cejunta hay unas escaleras…
En Cejunta hay unas escaleras que sólo tienen peldaños impares. Allí se piensa que los peldaños pares traen mala suerte y por eso se destruyen. Algunos opinaron que también habría que cortar cada pie derecho de las personas, pero alguien arguyó:
-Si nos destruimos el pie derecho ya seremos cojos y, si todos somos cojos, las cojeras van a aceptarse como algo natural y deseable. No tiene sentido.
El que hablaba así tenía fama de persona sensata y sus palabras parecieron tomarse en cuenta.
Otro dijo:
-Soy patriota. Lo incongruente es lo deseable.
Algunos recibieron esta declaración con aplausos. Entonces se inició una polémica, que aún sigue, con alternativas oscilantes.
Antonio Fernández Molina
Las huellas del equilibrista. Ed. Menoscuarto 2005
1.899 – En Cejunta y Gamud, 8
En Gamud, cuando se da una fiesta en honor de la hija de la casa, la madre se escapa con el invitado más viejo y repulsivo. Aunque es una costumbre admitida que nadie trata de impedir, lo hace de una manera secreta o simulando cualquier pretexto.
La hija, en cuanto nota la falta de la madre, pregunta afectando un aire de inocencia:
-¿Dónde está mamá?
A esta pregunta, que repite varias veces, invariablemente le contestan:
-¿Tu mamá? Está haciendo el amor.
El que así habla recibe un beso de la joven y él le entrega una moneda.
Algunas muchachas consiguen besar de una manera turbadora y si son previsoras y hermosas llegan a reunir una fortuna.
Antonio Fernández Molina
De mil amores. Antología de microrrelatos amorosos. Thule ediciones.2005
1.247 – La pluma
Había escrito varias hojas de papel cuando advirtió que desde hacía un rato la pluma escribía con tinta roja. Siguió adelante y un poco después aquella tinta le pareció sangre. Y era sangre en efecto. Pero continuó porque tenía ideas felices y las palabras fluían con naturalidad. Así siguió hasta redondear lo escrito al tiempo de acabársele la sangre a la pluma y caer muerta de entre sus dedos.