Cuatro amapolas muy negras corretean por el prado. Ríen a carcajadas, se empujan, se soplan detrás de las orejas que, en este caso, son los pétalos. Dan carreras, se zambullen en los charcos y, por fin, llegan al pie de la carretera. Se miran asustadas porque tienen que cruzar para seguir retozando. Están enrojecidas por el esfuerzo. Allí las atrapamos y enterramos sus pies en el suelo. Se quedan quietas para siempre y rojas, terriblemente rojas de sudor, esfuerzo e ira.
Categoría: Federico Fuertes Guzmán
3.049 – Agujas
Hace ocho años que cambiamos de la peseta al euro, me dice mi madre y yo pienso que somos viejos, que el tiempo vuela y que esto se acabará antes de que nos demos cuenta.
Hace cuatro meses que murió tu esposa, dice mi compañero de pádel y yo pienso que el tiempo se arrastra con velocidad de caracol y que la vida puede resultar infinita.
El tiempo vivaz y corto se enfrenta ante nuestras narices al tiempo lento y pegajoso. No conozco los motivos. Sólo se que si miro un reloj veo tres agujas que necesitan dar sesenta pasos para llegar a su destino. Las tres son diferentes: una se arrastra, la otra camina, la tercera vuela. ¿Estará en ellas encerrado el misterio?
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. E.D.A. Libros. 2008
2.825 – Aquiles y su vecino
Tetis vio el día despejado y salió de casa con su hijo Aquiles en brazos. Cuando caminaba en dirección al río se encontró con una vecina que también había parido hacía unos días. Le explicó el motivo de su visita al río Estigia y la señora se animó a ir con ella. Tetis introdujo a Aquiles en las aguas del Estigia y lo sujetó por el talón. La segunda señora hizo lo propio pero el hijo se le escabulló de las manos y, durante unos segundos, quedó totalmente sumergido bajo las aguas. Sólo su ferviente decisión de madre desesperada pudo rescatar al bebé de una muerte segura.
Todos conocen el final de Aquiles pero nadie sabe a qué se dedicó el hijo de aquella señora, éste sí, absolutamente invencible.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. E.D.A. Libros. 2008
2.776 -Vendetta
-Padre, vengaré a nuestra familia. Me embarcaré en ese barco y acabaré con todos nuestros enemigos. Y recuerda bien estas palabras: si mi embarcación vuelve con las velas verdes desplegadas, sabrás que habré sobrevivido y habremos sido vencedores. Si vuelve con velas rojas, la victoria habrá sido de ellos, pero te aseguro que habré muerto defendiendo nuestra patria. Y tú, madre, reza por todos nosotros para que salgamos victoriosos.
El rey daltónico y la reina sorda miran al hijo desconcertados.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. E.D.A. Libros. 2008
2.766 – Lo quiero todo
Cuando muera quiero que me incineren pero, por favor, nada de esparcir los restos en mi playa favorita ni chorradas por el estilo. Quiero que metan mis cenizas en un ataúd y las entierren en una discreta tumba de un camposanto de montaña, parecido al que aparece en el libro La montaña mágica. Quiero una lápida en la que se explique que en ese lugar reposa un señor qué ganó en su última batalla contra el tiempo, el cual, supuestamente, iba a tardar meses o años en convertir su cadáver en polvo. ¡Ja!
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. e.d.a. libros. 2008
2.722 – Casablanca
2.710 – Pe Uve Pe
Un señor que tiene un zorro rojo sobre el labio superior compra medio kilo de carne ahumada y dos paquetes de papel higiénico. «Son dos con cuarenta» informa la hermosa cajera al pelirrojo. Una señora con contundentes anillos de carne vibrando bajo una selvática y holgada vestimenta compra tres cartones de vino rosado y una bolsa de polvos para lavar la ropa blanca. «Son dos con cuarenta» repite la cajera. Dos jóvenes enamorados suspenden sus carantoñas y depositan para el cobro seis bolsas de patatas de diferentes sabores y dos latas de refrescos sin azúcar. «Son dos con cuarenta». Un ciclista compra un cepillo de dientes. «Son dos con cuarenta». Vuelve a entrar y compra dos bicicletas y una caja de herramientas muy plateadas, exhibiendo su virginidad. «Son dos con cuarenta». Los clientes se agolpan en aquella caja. La encargada avisa al gerente a través de la megafonía. Él es el único con autorización para tocar las máquinas. Antes, escucha una última exhibición: un lápiz: «Son dos con cuarenta»; seis quesos de cabra y una caja de cerveza alemana: «Son dos con cuarenta». El gerente mete sus dedos bajo el moño de la cajera, da un golpe seco en su espalda y consigue desatascarle la voz, con lo que los precios del establecimiento vuelven a regularse según las leyes del mercado.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes.e.d.a. libros.2008
2.403 – Mater
Érase una vez una mujer que quería tener un hijo. Pero el tiempo pasaba y no conseguía su propósito. Cuando cumplió los cuarenta, fue al bosque y buscó la mejor hechicera. Le contó su deseo y le pidió consejo. ¿Qué debo hacer? La hechicera sonrió y le dio toda la información pertinente. Cuando se marchó, la mujer parecía indignada.
Nada de lo que habían hablado tenía demasiada lógica. Sobre todo lo de los fluídos. ¿Era necesario que le vaciaran en su interior tal cantidad de líquidos viscosos? Seguro que hay otras maneras, lo mejor será pedir una segunda opinión.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. e.d.a. libros. 2008
2.391 – Bosques y árboles
Filosófica, la mamá recomendó a su hijo:
-No llores porque las nubes te impidan ver el sol ya que las lágrimas te impedirán ver las estrellas. Paradójica, la madre insistió: -Está bien, al menos no llores porque ni siquiera podrás ver las nubes cuando se retiren. Determinante, la madre zanjó la conversación. -Llora al menos con un motivo -dijo a su hijo mientras daba por tres veces con su zapatilla en el infantil trasero.
Entonces, cantó el gallo.