A media tarde hemos pasado por casa de Anselmo. Su esposa hacía ejercicios (nada espirituales) con el señor que reparte el butano.
Ya saben lo legendaria que ha llegado a ser esta empatía. A pesar de todo la señora no se ha olvidado de nuestro bol de leche.
Cuando estamos satisfechos volvemos al callejón sin darle más vueltas al incidente sexual. Pero resulta que el cornudo de Anselmo regresa a casa antes de lo previsto. ¿Qué hacer? Todos me miran porque saben que a mí me corresponde decidir.
Si no me cruzo en su camino, encontrará a los pecadores en el lecho y se creerá un desgraciado.
Si me cruzo en su camino, meterá el pie en un boquete y tendrá que llamar a su esposa por el móvil para que lo ayude a llegar al hospital, donde le pondrán una buena escayola. Echará las culpas al asqueroso gato negro (también conocen la empatía entre gato negro y mala suerte) y, desde luego, se sentirá un desgraciado.
Categoría: Federico Fuertes Guzmán
2.333 – Muerto de enmedio
Si hubo un primer hombre y, presumiblemente, también habrá un último, creo que la gran pregunta sobre la historia de la humanidad es la siguiente: ¿Habrá un hombre de enmedio, ése que sería tan venerado por las estadísticas porque el número de muertos antes de él será exactamente el mismo que el número de muertos después de él? ¿0 bien, el número de hombres que pasarán por la tierra será par y no habrá muerto de enmedio?
Lo mismo para las mujeres, lo mismo para los niños y las niñas, lo mismo para los rubios, etcétera.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. E.D.A. libros – 2008
2.254 – Saludo de cortesía
Eleonora y sus agujeros al borde del mar. Saca arena húmeda y la deja escapar entre sus dedos formando esbeltas muñequitas. Meter la mano en el barro le resulta agradable pero esta mañana de septiembre alguien, desde el interior de la tierra, la ha saludado a la manera occidental: dándole un apretón de manos. Eleonora grita, se levanta y corre en dirección a su nuevo Ford. La tapicería se mancha con el bañador mojado. Con esta concluyente prueba los investigadores de la vida infraterrestre ganamos por uno a cero a los que investigan la extraterrestre.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. E.D.A. libros – 2008
2.250 – Líneas paralelas
Dos líneas paralelas son aquellas que se mantienen siempre a idéntica y prudente distancia. Dos cuerpos paralelos, por extensión del género matemático al humano, son aquellos que están siempre cerca, que pasan las manos por el lugar que el compañero ha ocupado unos segundos antes, que se miran y no encuentran puentes para cruzar el pozo marrón que separa sus miradas, que se lanzan palabras, mensajes, cartas incluso, pero nada. Un cristal invisible, que en el mundo matemático es la zanja blanca entre las paralelas, separa los dos cuerpos.
Dicen las matemáticas que esas dos líneas anhelantes llegarán a juntarse en el infinito. Nada parecido dice ningún tratado amatorio.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. E.D.A. libros – 2008
2.170 – Sin acuerdo
En el barrio tenemos muchas escaleras que suben y bajan. Una de ellas tiene cinco escalones y si usted se sitúa en el primero y asciende (digo bien: asciende) hasta el último, al final se encontrará en un lugar más bajo que cuando comenzó la ascensión. Este fenómeno no cumple la propiedad conmutativa, es decir, si usted se sitúa en escalón más alto y desciende, se impondrá la lógica y llegará a un lugar más bajo del que estaba cuando inició el descenso. A esto lo llamo revolución. Mi mujer lo llama milagro.
Mi jefe, chorradas.
Mi amante, Patrimonio de la Humanidad. Mi vecino, chapuza.
Nunca llegaremos a un acuerdo.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. – E.D.A. libros – 2008
2.159 – A
La letra A se ha negado a trabajar. Primero fue la mayúscula pero pronto la siguió su hija menor. Poco a poco, párrafo a párrafo han ido cerrando las factorías y lo que nos queda es el consuelo de haber conocido tiempos en los que podíamos escribir cábala o palabra, esconder un as en la manga o ir a los sitios a pie o a caballo.
Dentro de poco será un bonito recuerdo y tendremos que _costumbr_rnos _ decir que es otr_ letr_ l_ primer_ del _beced_rio.
_diós.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. – E.D.A. libros – 2008
2.129 – Problemas con la correspondencia
-¡Papá! ¡Mamá! ¡Me han traído la pistola!
Por probarla en algún sitio, el niño dispara sobre las cabezas de sus progenitores. Cada uno a su estilo, caen muertos sobre la desordenada colcha.
Y es que nadie avisó a los Reyes Magos de que la pistola tenía que ser de juguete.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes.E.D.A.libros.2008
1.919 – Pesca
¡Otra vez mi mujer me ha dejado destapado! Ella tira y tira, y la madrugada me encuentra aterido y en posición fetal. Son las seis y todavía quedan un par de horas de cama, así que intentaré recuperar el tapado. Primero llega una colcha estampada de flores, después una primera manta de color celeste y una segunda amarilla (colores patrios para nosotros). Siguen llegando mantas y yo sigo tirando: mantas de lana, edredones, colchas estampadas, sábanas de franela y, ¡oh sorpresa!, después de mucho esfuerzo, aparece un gran banco de boquerones que dan sus últimos saltos sobre el lugar que hasta ese momento ha correspondido a mi cónyuge en el lecho nupcial.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes.E.D.A.libros.2008
1.913 – Celos
El caballo empuja y empuja a la de su misma especie que tiene debajo, pero mira y mira a la de especie diferente que, con su sombrilla y su vestido blanco, observa con tristeza el acto caballar desde la barrera de madera. Los dos sueñan con un lejano país en el que los centauros sean el producto natural del amor surgido entre jóvenes a los que sus diferentes líneas evolutivas han condenado al bestialismo amoroso. El marido, por concluir la historia dando una tercera visión, tiene renombrado prestigio como jinete y como celoso.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes.E.D.A.libros.2008
1.890 – Escalera
Hay cosas que sé. Sé que un día tropezaré conmigo mismo al bajar las escaleras. Sé que el cigarro se me escapará de los dedos e intentaré bajar a buscarlo. Sé que no habrá luz y sé que mis pies no me responderán porque habrán olvidado la forma de bajar las escaleras. Sé que intentaré subir pero mis pies también habrán olvidado la forma de subir las escaleras. Sé que me sentiré atrapado, con el cigarro consumiéndose fuera de mi alcance.
Lo que no sé es si llegará un día en el que pueda empezar a contar esta historia de la siguiente manera: «Un día tropecé conmigo mismo al bajar las escaleras. El cigarro se me escapó de los dedos…». Será, sin duda, una buena señal.