3.610 – Zoofilia

  El pingüino emperador, de la Antártida, le declara su amor a la pingüina que ha elegido regalándole una piedrecita. Si ella la acepta, empollan después juntos un huevo. Si ella la rechaza, el pingüino se va a otra isla, a empollar solo su piedra.
Esto lo sé porque también soy del Sur.

Juan Armando Epple

3.544 – No me quieras dejar, corazón

  Cuando se sometió a trasplante de corazón, pidió que le entregaran el órgano averiado, conservado en formalina. Temía que al abandonar el corazón viejo olvidaría sus recuerdos más preciados. Descubrió que mientras más lejos dejaba la cajita metálica, esos recuerdos se hacían más borrosos. Un día olvidó la cajita en un café al que iba habitualmente. Cuando regresó a buscarla, había desaparecido. Desde entonces siente en su corazón nuevo un vacío inexplicable, que se acentúa cuando el día está nublado y se llena de ecos cuando comienza a llover.

Juan Armando Epple
Más por menos. Sial Ediciones.2011

3.522 – Natividad 2000

 María envolvió al bebé recién nacido en una manta y salió a la calle. Se le habían secado prematuramente los pechos y las monedas no le alcanzaban ni para comprar una lata de leche. Su marido la abandonó apenas supo que estaba embarazada, llevándose los únicos bienes que podían ser vendidos o empeñados: sus herramientas de carpintero.
Recorrió las calles buscando una esquina propicia para instalarse a pedir limosnas. Pero era un día feriado, las tiendas estaban cerradas, la gente se había recogido temprano a sus casas, y sólo pasaban autos apurados salpicando las pozas del pavimento.
Al llegar al centro de la ciudad, descubrió un pequeño establo de madera, iluminado con luces de colores, que adornaba la plaza principal, entre el edificio de la Gobernación y la Catedral. Vio que bajo el pesebre había una cama de paja, rodeada de animalitos de cartón.
Estaba por anochecer y se avecinaba otro temporal. En esas condiciones era peligroso seguir buscando con el bebé a cuestas.
Depositó a la niña en la cama de paja, y siguió su camino.
No esperaba ningún milagro.

Juan Armando Epple
Más por menos. Sial Ediciones.2011

3.020 – Palos de ciego

Juan Epple, 2008  En el día los videntes se apoderan de la ciudad y miran con lástima a los que titubean en las esquinas, tratando de adivinar el cambio de luces, y luego tratan de abrirse paso entre la muchedumbre tanteando la vereda con sus bastones blancos.
En la noche los no videntes se aventuran sin problemas por las calles, cruzan de uno a otro extremo de la ciudad, tratando de no atropellar a esos pobres transeúntes que titubean en las esquinas, aferrados a unos bastones blancos que alguien les ha prestado.

Juán Armando Epple
Ciempies. Los microrelatos de Quimera. Montesinos 2005

2.945 – Problemas de teoría literaria VII

Juan Epple, 2008 El profesor distribuye las copias del segundo poema, y luego explica:
-El oxímoron es la unión sintáctica de dos conceptos irreconciliables lógicamente, o que se contradicen entre sí…
El examen de hoy consiste en reconocer este tipo de imágenes literarias en el poema y explicar en una nota al margen por qué son contradictorias.
Recorre con la vista la clase, mientras los estudiantes revisan las imágenes y hacen sus anotaciones. Uno de ellos, sentado en la última fila,
se entretiene al comienzo doblando lentamente su copia, luego la aparta con fastidio y fija su mirada imperturbable en el profesor.
Al terminar la clase, los estudiantes se acercan al escritorio y entregan su trabajo. El último de la fila espera a que todos hayan salido y se acerca al profesor.
Éste titubea un momento, le pide la copia, la hojea, y componiendo un gesto profesional de asombro, le dice:
-Pero usted no ha escrito nada. ¿No ha podido encontrar ningún ejemplo aquí?
-Mire profesor, yo de estas vainas no entiendo nada, ni me interesan. A mí me han comisionado para venir a observar su clase y ver si se están haciendo críticas contra el supremo gobierno.
-¿Comisionado por quién?
-Servicio de inteligencia militar.
El profesor se encoge de hombros y le sonríe:
-Qué lastima. Le habría bastado escribir eso en su hoja para aprobar el examen.

Juán Armando Epple
Ciempies. Los microrelatos de Quimera. Montesinos 2005

2.339 – El arte del realismo

juan armando epple  Dos hombres descomunales les cerraron el paso, blandiendo sus lanzas como aspas de molino. Sancho se escabulló entre las piernas de uno de los gigantes, pero su amo recibió un golpe de refilón que lo lanzó por los aires. Después decidió cambiar la versión de los hechos. Si no lo hago, se dijo precavido, van a pensar que el loco soy yo.

Juan Armando Epple
Los microrrelatos de La nave de los locos. Ed. Cuadernos del vigía. 2010

1.969 – Por unos dólares más

juan-armando-epple  Cervantes cuenta que el viejo hidalgo era asistido por «un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera». Marco Denevi reparó en que este personaje nunca más se menciona en la novela. Algún lector del siglo XIX sugirió que el hidalgo había sorprendido al mozo con la sobrina y lo expulsó de la casa. Pero la explicación verdadera ya la conocía Cide Hamete, quien decidió eliminarlo del libro por una razón valedera: don Alonso Quijano le había ofrecido al mozo el puesto de escudero, pero este rechazó la oferta porque no incluía paga extra. El mozo perdió una oportunidad de ser conocido por los siglos venideros porque no sabía que la fama puede atraer dinero a veces, pero no a la inversa.

Juan Armando Epple
Los microrrelatos de La nave de los locos. Ed. Cuadernos del vigía. 2010

1.757 – Los buenos deseos

Juan Epple, 2008  Al terminar la cena, la familia y los invitados se reunieron en el salón para esperar el año nuevo. Apúrate mamá, le gritaron. Ella se unió al grupo secándose el delantal. Comprobó que en una mesita de centro había un plato de lentejas y una fuente de uvas. Y cerca de la puerta, una maleta.
Cuando el ídolo televisivo empezó a contar hasta doce, algunos eligieron el ritual de las doce uvas y otros una cucharada de lentejas. Ella se acercó a la puerta y cogió la maleta. ¡La mamá desea un viaje – exclamó el hijo mayor – va a dar una vuelta por la manzana! Con la algazara de los abrazos no se dieron cuenta que ella se alejaba por la calle, con pasos decididos, sin mirar hacia atrás. De esto hace ya varios años.

Juan Armando Epple

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