Lo descubrieron unos excursionistas por casualidad. Parecía llevar muchos años aislado y apenas recordaba palabras sueltas. Comunicándose por gestos, éste les mostró orgulloso como hacía flotar objetos en el aire: recolectaba bayas a distancia, las hacía planear con destreza hasta su boca y las masticaba sonriente. Esa tarde los montañeros regresaron sobreexcitados y el ejército no tardó en encontrarle. Una batería de resonancias magnéticas cerebrales y estudios hemodinámicos demostraron que su actividad neuronal era muy superior a lo normal. Surgió entonces un debate de Estado sobre los problemas de seguridad nacional que eso implicaba, pero un delegado del Gobierno dispuso finalmente que la única prioridad fuera reinsertarle en la sociedad. Ahora, meses después, se considera que el proceso ha sido un éxito: tiene un documento de identidad, un número de la seguridad social, una cuenta bancaria, un móvil con código PIN y un ordenador con contraseña. Pero él se siente extraño, en el desayuno ha tenido que levantarse para coger la mermelada.
Juan Naranjo