No he sido capaz de olvidar aquella imagen de Papa Noel agonizando en el salón; ni la mirada de mi hermana observando impasible la escena. Sus ojos ardían y en esas llamas resplandecía humeante la pistola que aferraba entre sus manos. Su voz cándida todavía martillea en mi cerebro: “ese gordo existe, pero yo no he pedido una muñeca”. Para no disgustarla, lo enterramos con el disfraz, el relleno y la barba de algodón; hasta el cura se reía. Ella, ingenua, espera que los Reyes Magos le traigan la bicicleta, pero sigue preguntando insistentemente donde está papá.
Categoría: Xavier Blanco
1.666 – Trabajo escolar
De corazón y científicamente, así intentaré explicárselo antes de que entren los periodistas. Seguí todas las indicaciones que usted puso en la pizarra: busqué el huevo, lo incubé y hoy saldrá el pollito. Eso sería la parte que corresponde a la ciencia. Ahora viene la del corazón: el huevo gigante no lo encontré en el bosque, es de yeso, yo mismo lo pinté de verde. La cría de dinosaurio es un peluche de mi hermana y las alas son de un muñeco de Batman. Pero no debe preocuparse, nadie se dará cuenta. ¿Me pondrá el sobresaliente, verdad? De la prensa ya me encargo yo.
Xavier Blanco
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1.422 – El circo de los recuerdos
El circo emergía cuando el verano angostaba. Aparecía sin música ni elefantes. No había magia, tampoco equilibristas. El público acarreaba sus propias sillas hasta la plaza y, como no tenía carpa ni pista que montar, la función se representaba en la calle. Los vecinos participaban facilitando los animales: una cabra, un conejo y un par de gallinas. Tío Anselmo, el gaitero, se soltaba con alguna salmodia, y Marcial, el alguacilillo, relataba historias tristes de otros tiempos. Nadie oficiaba de maestro de ceremonias y nunca se escucharon risas ni ovaciones. Decían que el mejor número era uno protagonizado por fantasmas, pero ningún ser humano pudo verlo. Las campanas tañían a muerto y, finalizada la función, la compañía se evaporaba. Sin música, sin aplausos, sin nada, y marchaban por el mismo camino por el que nunca vinieron.
Xavier Blanco
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1.405 – Huérfanos
Antes de que vuelva papá tenemos que ordenar el comedor y fregar el baño. Hoy regresará pronto y cenaremos juntos. Aprovecharemos ese momento para decirle que nos perdone por la fogata en el patio y por los cristales rotos. Después, en los postres, le explicaremos que su última novia volvió, recogió sus cosas y marchó enfadada. Como las anteriores. Que ellas lo quieren a él pero no a nosotros. Papá nos dirá que no debemos preocuparnos y se quedará dormido en el sofá. Como siempre. Mientras ronca, limpiaremos los restos de sangre, guardaremos la pala y la enterraremos en el sótano, junto a las demás.
Xavier Blanco
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1.401 – Recuerdos de juventud
Con esa exactitud tan característica de la ciencia, así amanecía en mi pueblo. El sol dibujaba una circunferencia perfecta de tonalidades púrpuras. Hasta que, un lunes, el cielo clareó de un color inédito, un verde esmeralda que pronto fue jade. Después un melón gigante emergió detrás del horizonte. Desde la plaza observábamos las bandadas de pájaros picotear el nuevo astro rey. Luego llegó la oscuridad. Había cierta preocupación pero al día siguiente el alba despuntó de color salmón –coral, decían los más atrevidos-. Los vecinos hacían apuestas. Entonces apareció la zanahoria tiñéndolo todo de naranja. Recuerdo ese día porque, con tanto alboroto, llegamos tarde a la escuela.