Ocurrió cuando me disponía a bajar en mi parada en el preciso momento en el que tú te ponías de pie, preparándote para la siguiente. Casi más que tocarnos fue intuirnos, pero toda mi atención se concentró en esa porción de mí que apenas si te rozó, y sentí inmen – samente definido ese trocito de tu carne. Y nos miramos un instante, o menos, antes de que yo bajara.
Los dos sabemos de sobra que fue casualidad. La misma que ahora buscamos a diario cuando paso cerca de ti, sin que haga falta, al tiempo que tú te levantas sin necesidad.
Categoría: Miguelángel Flores
3.620 – Cortejo
Ya era hora de que a mí también me tocara. Al Rufi le tocó una el año pasado, y ahora es su novia formal. Y a un tío mío le tocaron dos seguidas. Con una se casó a su manera y con la otra montó un negocio en la habitación del patio. Ya lo decía mi padre: hijo, búscate una que no te contradiga y que no huya. Y hoy hubo tómbola. Yo a esta quiero conocerla antes. Ir poco a poco. Ahora mismo la saco de la caja. Mañana la desdoblo. Y si eso, a la noche, la inflo.
Miguelángel Flores
De lo que quise sin querer – Ed. Talentura – 2014
3.613 – La explicación
Con esa exactitud tan característica de la ciencia, lo que no flota, se hunde sin remedio; lo que no vuela, cae al suelo. La energía, pura o no, nunca se destruye, pero sí se transforma. Y mucho. Y se convierte en otra cosa. Y aunque la recta tiene una dirección, no olvidemos que también posee dos sentidos. De ida, y de vuelta. Todo lo que sube, baja; lo que entra, sale. Y lo infinito solo está en el cielo. Solo. Por inercia, todo se mueve o reposa. Y la inercia, créeme, es lo peor. Vamos, para que me entiendas, que he dejado de quererte. De corazón y científicamente.
Miguelángel Flores
De lo que quise sin querer – Ed. Talentura – 2014
3.609 – Clareando
Hoy he visto salir apresurado a Sebastián, el oculista, de la tienda de encurtidos. Ha entrado en su óptica justo en el momento en el que Felipe, el dueño de las olivas y los pepinillos, aparecía por la esquina. Cuando este ha llegado a su establecimiento, Mercedes, que es su esposa, justo volvía de la trastienda retocándose el pelo y la bata blanca. Al momento, Sebastián ha salido a su puerta a fumar nervioso y me ha visto en la ventana. Le he mantenido la mirada por primera vez. Y él a mí. Y justo en ese momento he decidido dar por terminado el luto. Ahora mismo me pongo ropa clara y voy a que me mire la vista. Ya va siendo hora de que me hagan un repaso.
Miguelángel Flores
De lo que quise sin querer – Ed. Talentura – 2014
3.580 – El extraño
Lo encontró de pronto en el salón, abriendo y cerrando cajones. Ella dio un grito. Luego se ajustó el batín y, conteniendo la voz, dijo que quién era, que cómo había entrado y que por favor no le hiciera daño. Él, sin dejar de rebuscar desesperado, la miró un instante, le contestó que si se había vuelto loca y que cerrara la boca, anda; seguido, que si no había pilas para el mando a distancia en esa puta casa. Desconcertada se alejó. Fue en busca de la foto de su boda, la miró largamente. Entonces, después de vestirse, se dirigió al juzgado y allí presentó una demanda de divorcio contra ese extraño que era ahora su marido.
Miguelángel Flores
De lo que quise sin querer – Ed. Talentura – 2014
3.557 – Calados
No hay tormenta más grande y bienvenida que la que comienza con ese relámpago que escapa de tus ojos y llega derechito a los míos anunciando tempestades. La borrasca que se genera en tu boca y que gira una y otra vez tronando sobre la mía. La que se inicia chispeando sobre mi cuello para terminar haciendo que un aguacero baje por mis piernas. La que consigue que se inunde la cama, aunque ya nos pille flotando. La que hace que acabemos como siempre, para recuperarnos de tanto desbordamiento, nadando, con besitos, sobre las aguas mansas de las sábanas.
Y es que no, no quiero que salga el sol en nuestro cuarto, no quiero que llegue el buen tiempo y se pase la época de lluvias. Quiero que sigas diluviándome y que me atormentes de parte a parte con tormentas que descampan en mis brazos. Y que en cada temporal acabes calándome una y otra vez con ese te quiero continuo de gotera que se filtra por mi oído.
Miguelángel Flores
De lo que quise sin querer – Ed. Talentura – 2014
3.551 – Cerezas
Le pide un cartucho de cerezas, granates como besos. Y ella, con la visión de la fruta acurrucada en la cárcel de sus dedos grandes, oye por dentro claramente un clic. Un cortocircuito que le hace parpadear seguido, y abrir de nuevo el abanico. Algo más, señora, le dice él. Y a ella, que quisiera decirle qué más querría, solo le sale por la boca, un par de limones y la cuenta.
En la penumbra fresca del hostal, imagina que son ahora dos puñados de cerezas sus pechos, apresados entre esas manos morenas; que es cautiva, ella entera, de los brazos y piernas del frutero. Y el techo se le cubre de frutos encarnados que maduran, que revientan a un tiempo, que la inundan sin prisa con su jugo. Rojo que le va y le vuelve de dentro a fuera.
Cuando llega el fin del soliloquio de sus dedos, con los mismos abre la ventana. Él está enfrente, ante la puerta de su tienda, mirándola, jugando en su boca con lo que, está segura, es un hueso de cereza.
Miguelángel Flores
De lo que quise sin querer – Ed. Talentura – 2014
3.541 – Gandulismo
Gandules, dijo el médico que tenía yo los espermatozoides tras leer los resultados del análisis; se lo digo así para que ustedes me entiendan, añadió. No sé qué debió pensar mi mujer. No me atrevía a mirarla. Me sentía fatal. Ella siempre me recrimina que ayudo poco en casa, que me pirra espachurrarme en el sofá, que nunca muevo un dedo. Y ahora esto.
Miguelángel Flores
De lo que quise sin querer – Ed. Talentura – 2014
3.494 – Alud
Sé que no te has dormido porque oigo el ruido que haces al pensar, que es más pedregoso que el de los sueños, como de ladera desmoronándose. Y si encendiera la luz, no me cabe duda de que estarían todos tus pensamientos desparramados por la cama. Pero no me atrevo a verlos. Cuando al fin, empujo sin convicción un «qué piensas» cauteloso por lo oscuro del espacio, contestas. Y ese «nada» tuyo suena como un disparo en el cuarto. Es como una guillotina que corta la cama en dos. Y yo me quedo a vivir, ya para siempre, en la parte más helada.
Miguelángel Flores
De lo que quise sin querer – Ed. Talentura – 2014
3.480 – Ajustando cuentas
A mi marido me lo trajo una tormenta. Y no es un decir, me lo entregó envuelto en lluvia. Estaba de romería con mis amigas, las pocas que quedamos, cuando empezó a caer un chaparrón de los que empapan el ánimo. Salimos corriendo mientras nos tapábamos con las sillas plegables. Y al pasar por el abrevadero viejo lo vi allí tirado. Hice como si no lo hubiera visto, seguí mi camino con ellas. Cuando llegamos a casa, esperé prudentemente a que cada una llegara a la suya. Me puse la gabardina y salí a buscarlo. Estaba empapadito. No hablaba. Me lo llevé a casa, lo bañé, le di de comer, y hasta hoy. Lo llamo Paco, y él a mí, vida mía. No sabe de dónde viene, y ni falta que me hace. A ellas les he dicho que lo conocí en el Carrefour de la capital y que se quedó prendado de mí. Yo no sé si me creen, pero tampoco me importa. Que se alegran, me dicen. Ya, les digo yo. Ahora a la romería voy de su brazo. Y si llueve, nos quedamos en casa, recuperando lo que la vida me debe.