La fiesta era tan loca, el ponche suministrado tan sublime y efectivo, que llegada cierta hora, nadie consiguió recordar si era ángel o demonio. No hubo forma de distinguir entre querubines ataviados con cuernos de plástico y rabos de fieltro, y súcubos envueltos en lino blanco con encantadoras alas de vulgar algodón. El caso es que, al ritmo de una desquiciante música ultramoderna, una legión de criaturas sobrenaturales danzó poseída la última canción del baile de máscaras, celebrado en algún punto intermedio entre el cielo y el infierno. Después de la monumental juerga, tras abundantes plegarias diabólicas y no pocas cópulas celestiales, todos partieron, ebrios e indecisos, sin tener muy claro a qué bando pertenecían ni hacia dónde dirigir sus pasos. No obstante, de una forma u otra casi todos encontraron un cálido vientre materno donde alojarse y nacer al día siguiente, sin saber muy bien quiénes eran, con una horrible resaca, pero con el propósito firme de empezar de cero.
Categoría: Maria Jesús Lavado Jimenez
1.744 – La princesa calva
Desde que ha descubierto un castillo en miniatura bajo el bonsái que le regaló su tío sus días son menos tediosos. Las horas vuelan mientras alimenta con migajas a los minúsculos (aunque voraces) cocodrilos que habitan el foso. Hoy, una bandada de colibrís magenta ha anidado en una almena. A veces juega a estornudar para espantarlos, y ríe cuando le hacen cosquillas en la nariz con su frenético revoloteo. En el interior hay un príncipe. Es delicado y solitario, y al atardecer baila claqué sobre el puente levadizo, aunque su danza posee una cadencia triste. Ella sueña con el día en que termine de menguar (cada día se nota más liviana) y, ya diminuta, puedan ser amigos y jugar a adivinar el animal en el que tornará una nube, o el color que adquirirá el sol justo antes de perder el horizonte. “Pero eso tendrá que ser mañana. Ahora debes descansar, pequeña”. Dice la enfermera, cogiendo su arbolito y dejándolo junto a la ventana. Y ella protesta débilmente, porque allí no puede verlo bien. Apenas consigue vislumbrar los multicolores fuegos de artificio que escupen ya las esbeltas torrecillas, todos en su honor, dándole la bienvenida.
Maria Jesus Lavado Jimenez
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1.607 – Tras morir…
Tras morir, nota atónito el suicida cómo un tipo lo saca a la luz y le corta el cordón umbilical. Frustrado, rompe a llorar.
Maria Jesus Lavado Jimenez
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1.573 – Chimerical Love Story
Lo mejor de sus encuentros era el abrazo de despedida, siempre unos segundos más largo de lo necesario.
Lo peor de sus encuentros era el abrazo de despedida, siempre una noche más breve de lo necesario.
Maria Jesus Lavado Jimenez
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1.558 – Escándalo
De corazón y científicamente calculada para no dejar marcas visibles fue la bofetada que mi padre me dio la mañana en que Pablo y su madre, lívido él, furibunda ella, llamaron al timbre y le mostraron el vídeo que, como si de pólvora se tratase, circulaba por internet mostrando nuestras habilidades como matones del colegio. Y puede que me la mereciera, porque, como dijo mi padre, ahora que los de anticorrupción están encima de él por el asunto ese de las comisiones, no nos conviene en absoluto ser el foco de atención, y mucho menos un escándalo.