2.268 – Gran final

victor lorenzo cinca  Empieza el encuentro. Mi mujer avanza por el lateral derecho del pasillo y cuelga una pregunta envenenada al borde del área chica —¿otra vez partido?—, entre el sofá y las cincuenta pulgadas de plasma. Por suerte estoy bien colocado en los cojines y puedo despejar de puños con un cariño, por favor, que es la final. Atrapa el rechace, regatea mi mirada lastimera y dispara a puerta su peligroso vamos, hombre, que nos eliminaron en cuartos. Atrapo en dos tiempos —da lo mismo que no juguemos, es un partidazo— y pateo el balón con rapidez a campo contrario, para salir al contraataque, con un desesperado ayer ya vimos una película, cariño, ¿no te acuerdas? Cabecea con rabia la pelota en el centro del rectángulo de juego, y una vez recuperado el control, triangula en la alfombra, esquiva mis monosílabos que no pueden impedir su avance y dispara a puerta un certero a la media hora ya roncabas, imbécil, que dobla mis manos y se cuela entre los tres palos. Uno a cero. Sin celebraciones, sin besos en el anillo, regresa a su campo a esperar el pitido final. Ni siquiera se gira para ver mi saque de centro: sabe tan bien como yo que la remontada es imposible.

Victor Lorenzo Cinca

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1.668 – Cacería

victor lorenzo cinca32 Subes un poco la persiana y la luz que entra por las rendijas va moteando la desnudez de tu piel. A los pies de la cama te transformas en guepardo. Oteas la llanura, paciente y tranquila, en busca de un ejemplar joven y vulnerable, y descubres junto a la almohada el ovillo de mi cuerpo. No hay escapatoria. De nada va a servir correr en esta sábana tan extensa. Relampagueas hasta mi cuello y me abates de un mordisco. Puedo ver esas lágrimas de tizne que se deslizan desde tu ojos. Hay quien dice que son para protegerte del sol, aunque yo creo que solo son ruinas de tu maquillaje. Arrastras mi cuerpo hasta un rincón de la cama para evitar que los carroñeros te arrebaten la presa. Resuellas, muerdes, succionas, arrancas, gimes. Aprietas, asfixias, despedazas, tragas. Terminado el festín huyes en busca de un lugar sombrío. La digestión será lenta y pesada. Para ambos.

Victor Lorenzo Cinca

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1.605 – Sicario

victor lorenzo cinca Te acercas a cara descubierta porque ya no hay nada que esconder. Sin mediar palabra sacas la pistola y me apuntas al pecho, con un gesto así como muy peliculero. Yo me arrodillo, te suplico, lloro, tiemblo, aun sabiendo que no cambiarás de opinión. Cumples órdenes. Como último recurso te ofrezco dinero, drogas, mujeres, y tú sonríes mientras una a una vas negando todas mis ofertas con la cabeza. Sin más, vacías el cargador en mi cuerpo. A quemarropa. Un asesinato rápido, sin improvisaciones. ¿Lo has entendido? ¿Sí? Perfecto. Pues coge el dinero y la pistola de ahí encima y cuando quieras empezamos.

Víctor Lorenzo Cinca

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1.591 – Sommelier

victor lorenzo cinca Alza la copa y observa el contenido, de un color amarillo intenso, brillante, con tonos dorados, parecido a la melena de Clara bajo el sol del mediodía. La agita ligeramente y comprueba que casi no se perciben las lágrimas en el cristal. Mejor así. Acerca la nariz y nota el aroma de frutas blancas, como la pera, el albaricoque o aquella piel saliendo de la ducha. También distingue unos toques florales, muy tenues, puede que rosa. Prueba un poco y lo paladea. Dulce, como sus besos; ácido, como su humor; fresco, como su sonrisa. Una vez engullido, descubre que el sabor es persistente, como el recuerdo de la última discusión, y con un punto agrio, igual que una despedida inesperada. Lanza la copa al suelo y se termina la botella de vino bebiendo a morro.

Víctor Lorenzo Cinca

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