La noche de diciembre se llena, en silencio, de nuevos transeúntes: hombres, mujeres, ángeles, colosos, demonios, gnomos, leones, esfinges o deidades, seres pálidos, de marmórea piel, que cruzan Madrid a toda prisa, embozados en sayos o capas, buscando la pensión salvadora, el techo cálido en que encontrar cobijo durante la madrugada de hielo, para volver horas después a atravesar como espectros veloces las calles, antes del amanecer, regresando al lugar del que partieron discretamente.
Esas noches ateridas, los pedestales de las estatuas más recónditas y los frontispicios de ciertas fachadas quedan exentos, vacíos, obsoletos, abandonados.
Categoría: Miguel Ángel Zapata
3.577 – No sacudiré más…
3.503 – Previsiones
Debí esforzarme más. Dejarme los codos sobre el pupitre al menos un par de horas diarias, hasta hacer mías sumas, restas, cocientes, fracciones, logaritmos, derivadas, ecuaciones de primer y segundo grado.
Mamá dijo (y cuánta razón tenía mamá) que suspender Matemáticas me arruinaría el futuro.
Quién iba a pensar que mi torpeza en números desharía el orden que la Naturaleza impone a sus cálculos, que en lugar del niño de cincuenta centímetros prometido por ecografías y ginecólogos daría yo a luz cincuenta niñitos minúsculos de apenas un centímetro que corretean ahora pasillo arriba y abajo, recordándome en su caos ínfimo y pueril que no somos más que un álgebra de lágrimas.
Miguel Ángel Zapata
Mar de pirañas. Ed. Menoscuarto – 2012
2.131 – LII
Mido un metro y ochenta y cinco centímetros. Un chicarrón alto, fuerte, saludable, norteño. Pero en este planeta al que he sido destinado, vaya usted a saber por qué inescrutable y tocapelotas designio más o menos cósmico, todo aquello que añada orgullosos centímetros por encima del metro cincuenta queda suprimido, borrado, desaparecido, invisible, sometido a la nada.
Ante la perspectiva terrible de no volver a verme y andar por la vida como un errante decapitado procurador de sustos y pavores, ando encogido yo, encorvado y deforme como un anciano, casi vencido ya por la artritis y una escoliosis galopante, recibiendo de estos soberbios pigmeos miradas conmiserativas, limosnas al tullido que vino del espacio exterior.
Miguel Ángel Zapata
Revelaciones y magias. Ediciones Traspiés. 2009
2.115 – XLIV
Lanzarán mis cenizas al espacio, a la prisa del viento irán los restos calcinados de lo que dicen que fui, y con las primeras tormentas invernales una lluvia grisácea de memorias mojará a los míos en las calles de diciembre, y llegarán ellos empapados a casa, y al calor de la estufa, el café y las luces chillonas del árbol me recordarán, reirán mis mejores anécdotas, revivirán en sus palabras mis gestos y mi voz, en sus lágrimas mis consejos y mis errores y mis fracasos y mis triunfos, y se irá secando la lluvia en su pelo y en sus ropas, y alguien descorchará una botella de champaña, y poco a poco la nostalgia de mi recuerdo será borrada por la risa de la celebración, por el calor recobrado junto a la estufa, y la lluvia parda los mirará tras el cristal, guardando mi melancólico eco para el próximo diluvio, tal vez la próxima Navidad que vuelva a empapar de mí sus huesos.
Miguel Ángel Zapata
Revelaciones y magias. Ediciones Traspiés. 2009
2.037 – De botellas y de barcos
Está lo del camello y lo del ojo de la aguja y lo de entrar o no el rico en el reino de los cielos. O lograr la novia obesa embutirse en el traje blanco.
Entonces esto no es muy diferente. Entonces cómo es posible que yo, expertísimo hacedor de miniaturas, queriendo rizar el rizo de las embarcaciones minúsculas y embotelladas, errara al crear con mis propias manitas y un perfeccionismo extremo la réplica a escala del Juan Sebastián Elcano, no mayor que una caja de fósforos, desde cuya borda oteo ahora el horizonte vidrioso intentando encontrar la manera de salir de este mar de cristal donde mis gritos quedan ahogados, intentando también explicarme cómo he podido quedar yo atrapado en semejante universo cerradísimo e irreal que apesta insoportablemente a ron.