Es la hora del paseillo, le dijeron cuando abrió la puerta. Y el monosabio se puso el uniforme, pantalón oscuro, blusón rojo, gorrilla del mismo color. Pensando en su trabajo en el ruedo durante la lidia, él, que ayudaba al picador, que podía pisar la arena junto a los toreros, salió de casa a cumplir con su destino, extrañado de que fueran a buscarlo en una fría noche sin luna.
Categoría: Carmen Peire
2.234 – En la siesta
Eva juguetea con una uva, capaz de rodar por la oreja y el cuello y el ombligo y la cadera y… chasss, reventarla en el cuerpo, restregando su líquido hasta hacer una nueva piel dulce y pegajosa para que alguien pueda lamerla. O bien, seguir paseando la uva, que baje la pendiente rodando, círculos guiados por la palma de la mano hasta llegar abajo. Ojalá los hombres fueran así, pequeños y dulces, manejables, jugosos…
Eva prosigue su viaje con la uva hasta la cueva de su cuerpo, siente el efecto, relaja las piernas. ¿A quién podrían tentar con una manzana?
Eva piensa en Adán y recoge la uva para llevarla a la boca, entre los dientes nota su resistencia hasta que consigue reventarla. Mastica despacio y, al tragarse la pulpa informe en que se ha convertido, percibe un rumor que le susurra cambios en el paraíso.
Carmen Peire
Horizonte de sucesos. Ed. Cuadernos del Vigía. 2011
2.072 – Amor reo
En pleno acto amoroso, aprieta los ojos de su amante con tal fuerza que traspasa su visión. Mete los dedos en su boca y, ante la humedad generosa que ella le ofrece, absorbe su lengua. Sigue sus caricias por el cuello, baja su mano al pecho y en un descuido le arranca el corazón. Adquiere entonces un mundo alterno de palabras y sentimientos. Ahora va por el mundo presumiendo de ser un hombre nuevo.
Carmen Peire
Horizonte de sucesos. Ed. Cuadernos del vigía, 2011
2.042 – Incógnita
949 – Tiempo sin esperanza
Nos han robado los colores, dijo asomado a la ventana. Fue cuando los demás caímos en la cuenta. Había desaparecido el verde de las ranas, el amarillo del cereal, la plata de los olmos en otoño y el dorado del roble. Hasta el horizonte perdió su color. Nubes cerradas, portadoras de una lluvia constante, asemejaron el día y la noche. Vino un apagón que dejó todo a oscuras. Negros se veían los charcos, el lodo, las aceras embarradas. Negras las esquinas, las puertas de las casas. El pan, el vino de los odres, la carne podrida en las cámaras frigoríficas. Hombres de negras botas con almas sucias los habían robado, escondiéndolos en las cuevas de la sierra, antes de que aquel lugar fuera marcado por un ferrocarril con vías muertas que se movían a base de palancas. El tren atravesaba un túnel y azabache era el humo que salía por la chimenea de la fábrica. Y los aviones escupían. Tiempo de funerarias, cocheros de levita, corceles de carbón. Ningún nacimiento.
Atrancó la puerta de casa para que el luto no entrara, pintó la mesa con el color del ciruelo, las paredes de azul, sillas como amapolas y camas con campos de girasoles. Resistir hasta el final.
Carmen Peire
Horizonte de sucesos. Ed. Cuadernos del vigía, 2011
926 – Cuestión de números
Quince veces hizo el mismo movimiento de manos, deshaciendo obstáculos, para llegar a él. Catorce súplicas sirvieron para acabar su resistencia, sobre un terreno abonado por trece caricias, que de puro insolentes, no pudieron pasar desapercibidas.
Fue entonces cuando doce mentiras salieron a relucir y once verdades fueron enterradas para justificar la situación.
Los diez mandamientos saltaron por los aires, justo en el momento en que nueve vergüenzas asomaron en el rostro de los amantes y ocho consejos espirituales se fueron al traste. Aparecieron los siete pecados capitales montando un gran alboroto, siempre demasiado tarde: seis intentos fueron los previos a los cinco espasmos y cuatro jadeos, mientras las tres virtudes teologales sobrepasaban volando.
Dos segundos duró el momento máximo. Un solo gemido.
Carmen Peire
Horizonte de sucesos, Ed. Cuadernos del vigía, 2011
908 – El incomprendido
Cuando fue pez, se asustaba de los fondos abisales. Cuando fue ardilla, añoraba las olas y no quiso adivinar la altura de los árboles. Como ave le disgustó el viento en las alas y su nostalgia fue la del topo. Nadie lo echó en falta cuando fue un fósil recubierto de ámbar.
Carmen Peire
Horizonte de sucesos. Ed. Cuadernos del vigía, 2011
Falta de reflejos
No te escaparás tan rápido, me dijo desde fuera impidiendo la salida.
No despertarás tan pronto, me dijo desde dentro anulando mi sueño.
No te saldrás con la tuya, dijo desde arriba con su bota en mi garganta.
No sabrás el suelo que pisas, gritó desde abajo removiendo mis cimientos.
Cuando quise enfrentarme, estaba rodeado.
Carmen Peire
Cuestión de pareceres
Como buen pesimista, se consideraba un realista bien informado. El otro, de naturaleza optimista, no consideraba importante informarse de la realidad. Cuando esta llegó al galope, ni uno ni otro supieron qué hacer.
Ahora, el pesimista no quiere informarse de la realidad porque no sirve de nada, mientras que el optimista se ha puesto a estudiarla para que no le pille desprevenido.
Carmen Peire