Como todos los días, hago el recorrido matutino hasta la escuela, con la esperanza de encontrarte en la entrada. Ahí estás, como todos los días, con tu rostro mustio y risueño conversando con tus amigas, libre de remordimientos y ajena a mi presencia. Te miro ir y venir entre ellas y tu delgada figura parece deslizarse ingrávida, casi etérea. Sé que eres real porque puedo verte, porque tengo que creerle a mis ojos y también a mis sentidos que no han dejado de añorarte. El contacto tibio de tus manos y el recuerdo de tus labios suaves, siguen aquí, muy dentro, doliendo, ahora que ya están ausentes.
Como todos los días, te miro de lejos y pienso en nuestra corta y triste historia, tan ilusionada al principio, tan llena de temor y deslumbramiento por ti, finalmente tan frágil. Cuatro meses fueron suficientes para que te alejaras, para que supieras que no era conmigo ni a mí, a quien le pertenecía tu corazón. Había otros rondándote, a ti, tan risa de campana, tan piel de canela, tan rostro bonito. Tengo tantas ganas de que sea mentira que ya no me necesitas cerca, que también me muevo y hablo fuerte, para que me veas que estoy aquí, que no me he ido, que como todos los días sigo persiguiendo el aire por donde pasas. Hay en mi actitud, una inefable ansia de poder acercarme y plantarme cara a cara frente a ti, pero el miedo al ridículo me detiene, me regresa al día del rompimiento y a lo necio de mi comportamiento. El tiempo que te sé de otro, no me hace más sabio ni mitiga esta desesperación amarga.
Como todos los días, atiendo poco a las clases y estudio mal; en que poco me valoro, que a veces, hasta pretendo darte la razón de tu desamor. No, desamor es una palabra muy cursi. Cuando me querías, sólo decías eso: “te quiero” o que te gustaba. Tan ávido de cariño y de la cercanía de una chica como tú, me encontraba, que me entra la duda de si en lugar tuyo, hubieras sido otra, estaría yo sufriendo igual, o quizás más. Me voy hundiendo, como todos los días, me voy creyendo el peor, el que vale menos que nada.
Como todos los días, te espero a la salida de la escuela y te veo marchar acompañada siempre de alguien. No hay cambios en esta rutina, en este círculo vicioso interminable y cruel que me domina y me nubla el pensamiento. Emprendo el camino de regreso a casa. Me voy derrotado, aplastado como todos los días. No me tengo lástima; pero me duele no haber sabido mantenerte a mi lado. Mañana estaré temprano a la entrada de la escuela, para mirarte de nuevo. Esta actitud estúpida y masoquista, me trasciende. Sabes, te amo (ahora tengo la certeza), te amo y te extraño, como todos los días.