Había una vez que se encontró con otra, y juntas hicieron las veces de una gran amistad. Se veían de vez en cuando, pero siempre era motivo de alegría: una y otra vez agradecían encontrarse.
Pero otra vez interrumpió tan buena relación de iguales, tratando de formar parte del grupo. Tal vez no era conveniente ni deseable. «¡Otra vez lo mismo!», se dijeron ambas. Pero ya no era igual. A la larga, muchas veces se veían pero solo dos veces se miraban. Es que la amistad, a veces, es única.
Como la primera vez.
Categoría: Enrique del Acebo Ibáñez
Matemáticas
El uno se encontró con el otro, y se alegraron: eran dos para contarse. Llegó luego otro más, y los tres se hicieron amigos. Más de la cuenta.
Dos por tres se veían, los seis de cada mes. Ese día -6, infaltable cita- los tres se multiplicaban por agradarse mutuamente, contándose innumerables cosas hasta bien entradas las 18.
Pero una vez, en el habitual lugar de encuentro, se les sumaron otros y otros y otros más. Llegaron a ser mil y una noche fue cuando se convirtieron, para siempre, en cuento.