El príncipe era flaco, desgarbado, con una palidez cadavérica, acentuada por sus negras ojeras. Era, además, bastante torpe.
Sin embargo, estaba allí, frente a la Bella Durmiente, sin atreverse a besarla. Cuando finalmente lo hizo y ella entreabrió sus ojos, él estaba distraído siguiendo una mariposa con la vista. Esto le permitió a la Bella Durmiente echarle una ojeada y fingir que continuaba dormida. Había decidido aguardar una segunda oportunidad.
Categoría: Julio Ricardo Estefan
916 – La excepción a la regla
Cada vez que en un microrrelato aparece la palabra dinosaurio, el lector avisado recuerda: Monterroso; y aunque espero que éste sea la excepción a la regla, presiento que ya es tarde.