3.573 – Una flor cada día

  Según las creencias de los antiguos quiyús, si alguien deja cada día una flor sobre la tumba de la amada, al cabo de un cierto número de días (la cifra es secreta), la amada se levanta de la tumba, le revela una verdad al amado, y regresa a la tierra.
Así lo hice. Durante años, cada día, con sol o con lluvia, con nieve o con escarcha, dejé una flor sobre la sepultura donde descansa el cuerpo de mi amada.
Hoy, finalmente, apenas dejé la orquídea, la tierra se abrió y mi amada, resplandeciente y lozana, se elevó sobre la grava, me miró gravemente y me dijo:
—Vos siempre igual, Mauricio, seguís perdiendo el tiempo con supersticiones ridículas! ¿Cuándo vas a sentar cabeza? Me escupió y volvió a la tumba.

Fabián Vique

3.156 – Oficios Navideños

fabian_vique4  Patricio siempre dice que el momento propicio para robar un banco es el 24 de diciembre a las doce de la noche, cuando el escándalo de los petardos disimula el estruendo de la molotov que hace añicos la caja fuerte.
Por lo general lo dice después de las doce, después del brindis con la familia, en el bar de siempre, con los amigos de toda la vida. Alguien le recuerda que es portero de escuela hace treinta años. Más a mi favor, dice, ¿quién va a sospechar de un portero de escuela?, y agrega nuevos detalles del golpe.

Fabián Vique

3.054 – Los libros

fabian_vique2  Tengo un libro titulado El reino de los réprobos. Tengo otro que se llama Relatos. Tengo uno de tapa verde: Respiración artificial. Y uno francés: Robespierre. Todos los libros que tengo empiezan con erre. Todavía no leí ninguno. Compré algunos en la avenida Corrientes y otros en la Feria del Libro.
Un día los voy a leer; y después los voy a vender. ¿Para qué los quiero si ya los leí? Además, ¿quién va a notar que los usé? Es posible que los compradores no los lean. El otro día un tipo dijo por la radio que se venden libros pero que mucha gente los compra y no los lee. Lo dijo en un tono despectivo, subrayando el «pero» y el «no los lee».
Yo no estoy de acuerdo con él. A mí me parece bien que la gente compre libros y no los lea. Así los escritores ganan plata y pueden comer, y la gente puede ocupar su tiempo en cosas más importantes.
Yo creo que con los libros va a pasar algo parecido a lo que ocurrió con las cacerolas de los incas. Las cacerolas fueron hechas por los incas para calentar la sopa. Sin embargo, hoy están en el British Museum para que los turistas les saquen fotos. Por eso yo digo: si nadie se queja de que los peruanos no calienten la sopa en la cacerola de los incas, ¿por qué se quejan de que la gente no lea los libros que compra?

Fabián Vique
Ciempiés. Los microrelatos de Quimera. Ed. Montesinos. 2005

Al incontable lector

fabian_vique3Los veinticinco microrrelatos que integran este librito son combinaciones de cien palabras. Usted dirá, ¿y a quién le importa cuántas palabras tiene un relato? Yo le responderé que la exactitud es un mérito. Usted me replicará que quiere leer textos buenos, no textos exactos. Yo le señalaré que es difícil dictaminar la bondad o maldad de un texto, en cambio, es fácil contar la cantidad de palabras. Usted alegará que no quiere comprobar, que quiere leer, simplemente leer. Yo le contestaré que entiendo su lógica, pero que nuestro diálogo debe terminar porque ya hemos empleado cien palabras.

Fabián Vique