Ya no tengo abuelita, pero me he encontrado en la calle unos anteojos y pienso que es ella la que me los ha enviado desde el cielo.
Ahora, cuando juegue con mamá, vendrá a verme abuelita, bastará con que le ponga a madre los anteojos que me he hallado hoy, y que la envuelva en el chal color de rata que dejó mamá grande a los pies de mi cama, para que me arroparan por la noche, y que yo diga: «¡Ven, abuelita!». Ella vendrá luego, me abrazará riendo, y llorará arrepentida por haberse ido sin permiso de su muchachita.
Etiqueta: Jueves
1.521 – Cortejo
Ya era hora de que a mí también me tocara. Al Rufi le tocó una el año pasado, y ahora es su novia formal. Y a un tío mío le tocaron dos seguidas. Con una se casó a su manera y con la otra montó un negocio en la habitación del patio. Ya lo decía mi padre: hijo, búscate una que no te contradiga y que no huya. Y hoy hubo tómbola. Yo a ésta quiero conocerla antes. Ir poco a poco. Ahora mismo la saco de la caja. Mañana la desdoblo. Y si eso, a la noche, la inflo.
Miguel Ángel Flores
http://www.eternidadesypegos.blogspot.com.es/
1.514 – La televisión
El soldado me mira antes de disparar. Es sólo un instante, y me mira con esa cara de vidrio oscuro que tienen los soldados antes de disparar. El estudiante extiende los brazos en un gesto instintivo e inútil. Lo van a matar, se da cuenta y trata de detener el tiempo extendiendo los brazos hacia delante. El soldado tiene el fusil automático listo y apunta al estudiante, que extiende los brazos. En ese momento se puede pensar que el estudiante ya está muerto, pero no; hay una larguísima fracción de segundo entre un momento y otro. Los dos se han quedado mirándome desde la pantalla del televisor, el matador y su víctima, bajo un sol que no he visto nunca.
El soldado dispara, pero no lo vemos, gracias al anuncio del nuevo detergente.
Benito Martínez
Por favor, sea breve. Edición de Clara Obligado. Ed. Páginas de espuma. 2001
1.507 – Sueño del violinista
Siempre había sido el sueño del gran violinista tocar debajo del agua para que se oyese arriba, creando los nenúfares musicales.
En el jardín abandonado y silente y sobre las aguas verdes, como una sombra en el agua, se oyeron unos compases de algo muy melancólico que se podía haber llamado «La alegría de morir», y después de un último «glu glu» salió flotante el violín como un barco de los niños que comenzó a bogar desorientado.
Ramón Gómez de la Serna
Por favor, sea breve. Edición de Clara Obligado. Ed. Páginas de espuma. 2001
1.500 – Un individuo humilde, modesto.
He decidido dejar de ser pedante y engreído. A partir de ahora, seré un individuo humilde, modesto, ya verán: seré el hombre más humilde y modesto del mundo, triunfaré en los principales torneos internacionales de modestia y humildad, accederé a los más altos estrados para exhibir mi nueva condición y nadie, pero nadie, será más humilde y modesto que yo: lo juro.
Armando José Sequera
Por favor, sea breve 2. Edición de Clara Obligado. Ed. Páginas de espuma. 2009
1.493 – Un pequeño error de cálculo
Regresa el Cazador de su jornada de caza, magullado y exhausto, y arroja el cadáver del tigre a los pies de la Recolectora, que está sentada en la boca de la caverna separando las bayas comestibles de las venenosas. La mujer contempla cómo el hombre muestra su trofeo con ufanía, pero sin perder esa vaga actitud de respeto con que siempre la trata; frente al poder de la muerte del Cazador, la Recolectora posee un poder de vida que a él le sobrecoge. El rostro del Cazador está atirantado por la fatiga y orlado por una espuma de sangre seca; mirándole, la Recolectora recuerda al hijo que parió en la pasada luna, también todo él sangre y esfuerzo. Se enternece la mujer, acaricia los ásperos cabellos del hombre y decide hacerle un pequeño regalo: durante el resto del día, piensa ella, y hasta que el sol se oculte por los montes, le dejará creer que es el amo del mundo.
Rosa Montero
Por favor, sea breve. Edición de Clara Obligado. Ed. Páginas de espuma. 2001
1.486 – Sentimiento espectacular
Los periódicos y la gente hablan de algunos muertos y heridos. Es que, teniendo un arma en la mano, la tentación es grande. Y apedrear tranvías es un instinto como el de apedrear conejos. Aparte de que el vidrio y la piedra son enemigos de suyo. Todos los cantos están clamando por caer sobre todos los tejados de vidrio.
Salvo en el crimen pasional, los demás delitos no tienen relación con la ética; son amorales, inocentes, casi extraños a la noción del bien y del mal. Yo tengo un cañón: frente a mí se yergue una torre. ¿Cómo desistir de hacer blanco? Yo tengo unos buenos puños que Dios me dio: hacia mí adelanta un guardia, etcétera.
Muchos desmanes se cometen por el puro gusto de hacer blanco. La prueba es que se siente alegría al oír un disparo: ¿Le dio? ¿No le dio?
Y es lástima que la gente sufra cuando la hieren o se muera cuando la matan. Porque sería agradable ensayar…
Alfonso Reyes
La otra mirada.Antología del microrelato hispánico. Ed. Menoscuarto.2005
1.479 – El falso Maestro
Dirigióse el falso Maestro, seguido de algunos incautos discípulos, al pueblo más próximo. Una vez en la panadería, el falso Maestro pidió una barrita de pan… » ¡ Paga!», ordenó perentorio al discípulo más próximo a él. Este pagó sin rechistar. Una vez en la calle, una turba comenzó a seguirles. «¡Maestro!» –exclamó con voz triunfante un paralítico de aspecto andrajoso y desnutrido—. » iUna palabra, una sola palabra y..!». El falso Maestro no pronunció palabra alguna y apartó hacia un lado al inoportuno. La turba se sintió defraudada y empezó a lanzar piedras y guijarros al falso Maestro y sus discípulos, que con las túnicas levantadas hasta las rodillas corrieron cuesta abajo, alejándose del pueblo… Jadeantes y sedientos llegaron hasta un pozo donde una campesina de sano aspecto y atractivo rostro llenaba su cántaro de agua fresca… «¡Dame de beber!» –exclamó el falso Maestro–. Como quiera que la campesina se resistiera, el falso Maestro le arrebató el cántaro por la fuerza al mismo tiempo que ordenaba: «¡Ultrajadla, violadla!». Una vez cumplida su misión, el falso Maestro y los discípulos llegaron a orillas de un lago. Propinaron una tremenda paliza a un pescador que se negó a prestarles su embarcación y montaron en ella. Una vez mar adentro se desató una terrible tormenta. «¡Maestro, sálvanos, que perecemos!», gritaron los discípulos ante las encrespadas olas, los vaivenes y bandazos de la embarcación… «iY quién os ha dicho que yo sea el Maestro?», gritó el individuo con voz de trueno. Minutos más tarde zozobró la embarcación y perecieron todos sus ocupantes ahogados. Uno de los discípulos tuvo fuerzas, ánimo y valor, antes de ahogarse, para exclamar: «¡Ánimo, Maestro, unos pasitos…!».
Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
1.472 – Abismo
Ese tic tac que escuchamos hace rato al otro lado de la pared nos resulta ahora especialmente molesto. En otra época nos reíamos, comentábamos su ritmo, sus variaciones, y muchas veces lo emulamos como metrónomo de nuestra propia cadencia. Está claro que los dos lo oímos, callados en la oscuridad, esperando incómodos a que termine y, sin hacer ningún comentario, nos giramos cada uno hacia nuestro lado abriendo un abismo de colchón vacío.
Juan José Quintas Feijoo
Relatos en cadena. Cadena SER . Santillana Ediciones Generales, S.L. 2010
1.465 – El alba
Me resulta difícil conciliar el sueño. Me pongo a pensar en la hora de mi muerte y llega el alba. Un día más, me digo con gran satisfacción. No quiero que la muerte me sorprenda durmiendo. Quiero saber realmente cómo llega.