1.385 – Por estas fechas

 Fue una vecina la que dio el aviso. Al llamar a la policía dijo que el gato de los del tercero, de pelo atigrado y carita de pena, llevaba maullando sin cesar desde hacía dos días. Y que eso le había mosqueado bastante, por lo inusual.
Al llegar se encontraron las persianas bajadas. Penumbra espesa y ese olor dulzón que según las novelas del género siempre anuncia la muerte. Un piso de dos habitaciones, salón, cocina y un baño. En ambos dormitorios, el de matrimonio y el que claramente era el del crío, con un papel azul hasta media pared y una cenefa con dibujos de nubes, los cajones estaban abiertos y vacíos. Durante todo el recorrido que los agentes hicieron por la vivienda, un gato les persiguió algo inquieto, maullando y colándoseles por entre las piernas. El tintineo del cascabel, junto con su desesperante quejido, rompía burlonamente el silencio clínico de aquella inspección ocular.
En el salón se encontraron el televisor encendido, con niebla en la pantalla. Junto al reproductor del DVD, uno de los agentes encontró la carátula abierta de una película de Frank Capra, y entre los dedos rígidos del hombre que yacía desangrado vena abajo en el sofá, una carta de despedida firmada por una tal Anabel, que terminaba con estas dos frases: «Y ahí te quedas con tu puto gato, mamón. Feliz Navidad».
Lo primero que ordenó el sargento fue que le pusieran agua al minino, a ver si conseguían callarlo de una vez por todas.

Raúl Ariza
La suave piel de la anaconda. Ed. Talentura. 2012
http://elalmadifusa.blogspot.com.es/

1.364 – La sueñera – 16

 En la oscuridad confundo un montón de ropa sobre una silla con un animal informe que se apresta a devorarme. Cuando prendo la luz, me tranquilizo, pero ya estoy desvelada. Lamentablemente, ni siquiera puedo leer. Con la camisa celeste clavándome los dientes en el cuello me resulta imposible concentrarme.

Ana María Shua

1.357 – Cuidado con los recuerdos

 Llego a Madrid a las ocho de la mañana. Me voy a quedar apenas algunas horas, no tiene sentido telefonear a los amigos o arreglar algún encuentro. Resuelvo caminar solo por lugares que me gustan y termino fumando un cigarrillo en un banco del parque Retiro.
-Usted parece que no está aquí –me dijo un anciano, sentándose a mi lado.
-Estoy aquí –respondo. –Sólo que doce años atrás, en 1986. Sentado en este mismo banco con un amigo pintor, Anastasio Ranchal. Los dos estamos mirando a mi mujer, Christina, que bebió más de la cuenta y hace como que baila flamenco.
-Aproveche –dijo el anciano. –Pero no se olvide de que el recuerdo es como la sal: en la cantidad adecuada le da sabor a la comida; pero si se exagera, estropea el alimento. Quien vive demasiado en el pasado, gasta su presente en recordar.

Paulo Coelho

1.350 – Pabellón de cancer

 Al principio no entendí por qué me había mandado llamar, pues hacía más de doce años que estábamos divorciados. Nunca quiso aceptar nuestra separación y siempre trató de responsabilizarme de sus penurias, sus desamores, sus amarguras. Tampoco fue fácil para mí sobreponerme a la soledad. El penetrante olor del hospital me trajo a la memoria otras agonías, otros muertos, otras pesadillas.
En la penumbra de la habitación distinguí el brillo exangüe de sus ojos, y me enfrenté a la mirada líquida de aquel cráneo árido y verdoso, vagamente familiar. ¿Qué puedo hacer por ti?, pregunté tragando saliva. Entonces encendió la luz.
Cualquier semejanza con el rostro que alguna vez amé había desaparecido para siempre, y no tuve más remedio que huir cuando las negras encías de aquella atrocidad insinuaron una perversa sonrisa, pues comprendí que me había llamado para que su recuerdo me acosara mientras viviera.

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009

1.343 – Alienados

 Esa mañana, la mitad del planeta iluminada por el sol despertó con los reflejos de la mitad a oscuras. Unos pocos se asustaron al descubrirse en el espejo mientras se lavaban los dientes, otros se palparon la cara el tiempo justo antes de encarar la jornada laboral, la mayoría no se enteró del cambio.

Rosana Alonso
Los otros mundos.Edit. Talentura, 2012

1.336 – Reflexiones de un escritor después de una charla

 En cuanto acabó la charla en el instituto, se dio cuenta de que tenía que actualizarse enseguida.
Había aprendido informática, mímica, expresión corporal, hasta había acudido a un taller de cuentacuentos para que le enseñaran a no aburrir a ese público tan exigente formado por alumnos de quince años.
Comprendió que no le había servido de nada cuando escuchó la pregunta que cambió su concepción de la oratoria.
– ¿Tardó usted mucho en escribir el libro de Patronio y los cuentos del Lucanor ese?
Más tarde, algo azorada, la profesora le explicaría entre disculpas que acababan de explicar en clase al infante don Juan Manuel.
Definitivamente tenía que reciclarse. Era durísimo hacer la competencia a los videojuegos, a Internet, al botellón. Pero era mucho más duro competir con un fósil.

Pilar Galán
Paraiso posible. Ed. De la Luna libros. Abril 2012

1.329 – El lavonio

 Hoy a la gente le interesan poco las pruebas con animales. Todo se ha visto ya. Encallecidos por la costumbre, limitados por la exigencia de corrección política, los espectadores prefieren los circos donde solo actúan humanos, aparentemente por propia voluntad. Es difícil encontrar animales capaces de provocar asombro, que puedan dar al mismo tiempo, ciertas garantías de que no se los ha torturado durante su entrenamiento.
En la función de ayer, nuestro lavonio, siempre independiente y poco previsible, engulló a una anciana del público, de carnes correosas, escupiendo sus huesos mondos para verificar la autenticidad de la prueba. Sin embargo los escépticos, que nunca faltan, desmerecían la hazaña Algunos decían que los huesos ya los tenía en la boca Otros no aceptaban que el lavonio pudiera haber comido por propia voluntad a una anciana, sin duda medicada bocado de mal sabor y peligroso para la salud del animal Entre ellos, muchos estaban seguros de que la supuesta anciana era una joven actriz bien maquillada, y ya era tarde para convencerlos de que no estaban en lo cierto.

Ana María Shua
Fenomenos de Circo. Páginas de espuma 2011