-Arriba las manos: el cuento o la vida.
Etiqueta: Viernes
1.375 – ¡Que sueño!…
1.368 – Sin perdón
El día de mi funeral, nadie vino a consolarme. Mis amigos pasaban por delante de mis narices con cara de afligidos, pero besaban a mi esposa y a mis hijos como si ellos tuviesen alguna parte en este oscuro viaje. Jamás perdonaré tanto abandono.
Antonio Serrano Cueto
http://antonioserranocueto.blogspot.com/
1.361 – El sexo de los ángeles
Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y las mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor,quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.
Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos ( por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir, con las adecuadas.
Así, cada vez que ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.
Y si ángel, para abrir el fuego dice : «semilla», Ángela, para atizarlo responde: «surco». Él dice «alud», y ella, tiernamente: «abismo».
Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.
Ángel dice : «madero». Y Ángela: «caverna».
Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.
Él dice «manantial». Y ella «cuenca».
Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.
Ángel dice: «estoque», y Ángela, radiante: «herida». Él dice: «tañido», y ella: «rebato».
Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y los nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.
Mario Benedetti
1.354 – El camarero
«¡lmbécil!», profirió el cliente sentado en el velador de la terraza, cuando el camarero, distraídamente, dejó caer una gota de leche en su pantalón. El camarero, circunspecto, pidió perdón y se apresuró a limpiárselo. Su jornada transcurrió sin más incidentes dignos de reseñar. Una vez en su casa, al sentarse en la mesa para cenar, su mujer dejó caer una gota de vino sobre su pantalón, inadvertidamente. El camarero no dijo nada. Otro, en su lugar, la hubiese propinado una sonora bofetada.
Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
1.347 – Y ella…
1.340 – Blablá
1.333 – Ya no quiero a mi hermano
«Carlitos está aquí», dijo la médium con su voz de drácula, y de pronto se transformó y puso cara de buena. Entonces mamá le hizo muchas preguntas y el espíritu respondía a través de la señora. Seguro que era Carlitos porque sabía dónde estaba el robot y cuántas monedas había en su alcancía, dijo cuál era su postre favorito y también los nombres de sus amigos.
Cuando la médium nos miró haciendo las muecas de Carlitos papá empezó a llorar y mamá le pidió por favor, por favor que no se fuera. Las luces se apagaban y encendían, los cuadros se caían de las paredes y los vasos temblaban sobre la mesa. Me acuerdo que la señora se desmayó y que una luz atravesó a mamá como en las películas. «Carlitos está aquí», dijo con cara de felicidad.
Desde entonces hemos vuelto a compartir el cuarto y los juguetes, el ordenador y la Play-Station, pero la bicicleta no. Mamá quiere que sea bueno con Carlitos aunque me dé miedo. No me gusta su voz de drácula. Y además huele a vieja.
Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009
1.326 – Quietita
Se fue hace dos días, que se volvía a casa dijo, que estaba harta de los guerrilleros, que no aguantaba más la vida en la selva. Como si no recordara lo que le pasó a Daniela, que huyó y la encontramos esa misma tarde muerta al lado del río con los ojos tan abiertos que se coló dentro el cielo, y los soldados venga a reírse. Ay esta boba dónde estará, si es mejor portarse bien y cuando se te echan encima, solo es mirar para otro lado, que no te llegue su aliento, te quedas quietita y ya.
Rosana Alonso
Los otros mundos.Edit. Talentura, 2012
[wpmltrack]
1.319 – Sirenas
Estoy desquiciada. Con lo que me ha costado conseguir a mi hombre. Él de nacimiento y como hobby es… el perfecto mujeriego. Como todas tenemos lo mismo, aunque a unas les luce más que a otras, utilicé la inteligencia… y me llevé el gato al agua.
Le encanta el mar. Tiene una zodiac y vamos de Santa Pola hasta la isla de Tabarca. Nos dicen que con el motor de la zodiac es una locura, pero él es así. Un temerario. Me subo al bote con el corazón en la garganta porque soy de secano, ni sé nadar, ni llevar una barca…, el pescado me da alergia.
Durante meses ninguna nube oteó en nuestro horizonte. La soledad de la barca nos unía lo que nunca pude imaginar. Pescaba, se daba un chapuzón y volvía a mí, que permanecía leyendo en aquella chalupa.
Una tarde nos quedamos los dos ensimismados con una puesta de sol maravillosa, las manos unidas, mi cabeza sobre su hombro y de fondo… un canto melodioso. Nos recreamos en el sonido hasta que sentimos un peso en el lateral. Miramos a la vez y nos encontramos con una sonrisa preciosa y un busto de mujer meciéndose entre las olas. Su cola de pez se bamboleaba a un ritmo hipnótico. La melodía seguía acariciando nuestros oídos. Cerré los ojos y los volví a abrir dos veces porque no me creía lo que estaba viendo.
Lo que es la aparición pasaba de mí. Solo tenía ojos para él y él no apartaba de ella su mirada. Sus ojos le decían a ella lo que nunca me había dicho a mí.
Aquel ser mágico con su mirada y su sonrisa le prometía un mundo maravilloso. La atracción se hacía patente. Mi hombre se levantó haciendo que la barca se moviera con gran peligro y sin previo aviso se hundió en el Mediterráneo.
Sigo sin reaccionar. La sirena desapareció con él… y yo estoy mar adentro.