El cine estaba atestado. Yo temblaba como el adolescente que era. Después de mucho pensarlo deslicé la yema de mis dedos sobre el dorso de su mano, en la nervadura de sus venas. Su pelo desprendía un aroma a jazmines estrujados que me turbaba el sentido. Había una fiesta en casa de Bette Davis, recuerdo. Respondió a mi caricia apresándome el pulgar con trémula suavidad. Lo he buscado, pero no he vuelto a encontrar un momento de pasión semejante en toda mi vida.
César Vicente
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