Tal vez fueran los , pero yo siempre pensé que eran las termitas. De noche, en aquel establo reformado, a los pies del Pirineo, se oían arañazos y en la madera de las vigas. Eso es exactamente lo que ahora oigo aquí arriba; con la diferencia de que esto no es el techo, sino mi cabeza, y lo que se deshace es mi cerebro. En el suelo quedarán, como serrín, los restos de lo que olvido; que ahora son solo palabras, pero que dentro de un tiempo -dicen- serán recuerdos, nombres, caras, funciones.
En resumen, me ha dicho el que dentro de un par de años, alguien, que yo no reconoceré como mi propia hija, llorará mientras me limpia el barro de la cara en un parque desconocido a varios de mi casa, seis o siete horas después de haberme extraviado; y yo sonreiré asustado.
Así que ahora, con permiso, cojo este , aprieto el y os dejo tranquilos. Muchas gracias.
Aloysius Marktbreit
Gabriel de Biurrun
Mar de pirañas. Menoscuarto Ediciones. 2012