«Amo mi profesión, doctor. Me domina, me apasiona, me fascina. A las ocho de la mañana abro la puerta del establecimiento dedicado a la venta de aparatos sanitarios y a las nueve de la noche la cierro. Cuando me quedo solo y se han ido los dependientes me paseo por el local de arriba abajo, observo, toco, acaricio los aparatos sanitarios. Los bidés me excitan. Tienen formas de mujer. Esas curvas sinuosas, esas caderas redondas… Me tengo que contener para no abalanzarme sobre ellos; comprendo los problemas que tuvo el inventor del bidé para introducirlos en el mercado y explicar su utilidad. Problemas dialécticos, de difícil comprensión. Ni un gesto, ni un signo, porque al cliente hay que respetarlo… Perdone, doctor, que me haya ido por las ramas. A lo que iba… También hay lavabos excitantes, los buenos y lujosos lavabos, se entiende. En cierta ocasión…».