Al abrirse la portada del libro sonó la alarma.
Todos los personajes tomaron posiciones mientras el prologuista entretenía al lector, que no tardó en doblar la esquina del primer capítulo. Allí apareció el héroe de la historia recolocándose todavía la vestimenta ante lo imprevisto de la lectura.
Una vez más, recitó de memoria su papel sin dejar de mirar de reojo el borde de la página, desconfiado de que el siguiente figurante estuviera preparado para hacer su entrada.
No hubo ningún problema. Nada más adentrarse en la próxima hoja apareció el villano exponiendo sus intereses, siempre antagónicos a los del que acababa de abandonar el escenario que componían aquellas dos páginas abiertas del libro.
Ante lo extenso y elaborado del discurso el resto de los intérpretes respiraron aliviados, teniendo tiempo de vestirse como era debido, repasar sus papeles e incluso fumarse algún que otro pitillo para aplacar los nervios.
En el momento en que el bellaco estaba a punto de abandonar el marco de la lectura, el autor ya había ordenado correctamente a todos los actores lanzándolos a escena como el que empuja paracaidistas desde un avión.
Uno tras otro, fueron desarrollando la historia que acabó otra vez con la muerte del rufián a manos del héroe.
Apenas cerrado el libro, cuando el elenco todavía estaba felicitándose por la enésima representación de la novela, el prologuista dio la voz de alerta. Alguien había abierto de nuevo la portada del libro.
Un comentario en «1.865 – Mecánica de las novelas»
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Muy inteligente y creativo