Se pregunta si los médicos saben en realidad de qué se trata o sólo le han puesto un nombre a ese conjunto de síntomas que lo aterroriza. Se pregunta si lo llaman síndrome de Coats-Bergman como podrían llamarlo Hache, como podrían llamarlo Juanita, por ejemplo y en ese caso quizás fuera posible ofrecerle dinero, seducirla sexualmente, contratar a un par de matones para que le den un susto, convencerla de cualquier modo de que se vaya de una vez, Juanita, de que por favor deje a mi hijo en paz.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Ed. Páginas de espuma, 2009