El 20 de marzo del año 2003, los aviones de Irak bombardearon los Estados Unidos.
Tras las bombas, las tropas iraquíes invadieron el territorio norteamericano.
Hubo numerosos daños colaterales. Muchos civiles estadounidenses, en su mayoría mujeres y niños, perdieron la vida o fueron mutilados. Se desconoce la cifra exacta, porque la tradición manda contar las víctimas de las tropas invasoras y prohibe contar las víctimas de la población invadida.
La guerra fue inevitable. La seguridad de Irak, y de la humanidad entera, estaba amenazada por las armas de destrucción masiva acumuladas en los arsenales de los Estados Unidos.
Ningún fundamento tenían, en cambio, los rumores insidiosos que atribuían a Irak la intención de quedarse con el petróleo de Alaska.