Eleonora y sus agujeros al borde del mar. Saca arena húmeda y la deja escapar entre sus dedos formando esbeltas muñequitas. Meter la mano en el barro le resulta agradable pero esta mañana de septiembre alguien, desde el interior de la tierra, la ha saludado a la manera occidental: dándole un apretón de manos. Eleonora grita, se levanta y corre en dirección a su nuevo Ford. La tapicería se mancha con el bañador mojado. Con esta concluyente prueba los investigadores de la vida infraterrestre ganamos por uno a cero a los que investigan la extraterrestre.