Hace algunos años, un hombre muy guapo me amó durante treinta y dos días y sus treinta y dos noches.
Se llamaba Francesco, de apellido italiano, fotógrafo de profesión. Me descubrió comiendo con unos amigos. En el postre me dijo que ya me amaba.
En la mañana del día treinta y tres, desapareció.
Fue entonces cuando yo comencé a amarle.