Érase una vez una mujer que quería tener un hijo. Pero el tiempo pasaba y no conseguía su propósito. Cuando cumplió los cuarenta, fue al bosque y buscó la mejor hechicera. Le contó su deseo y le pidió consejo. ¿Qué debo hacer? La hechicera sonrió y le dio toda la información pertinente. Cuando se marchó, la mujer parecía indignada.
Nada de lo que habían hablado tenía demasiada lógica. Sobre todo lo de los fluídos. ¿Era necesario que le vaciaran en su interior tal cantidad de líquidos viscosos? Seguro que hay otras maneras, lo mejor será pedir una segunda opinión.