Desdémona se hace la ofendida, llora, patalea, pero no le pregunta a Otelo por qué está celoso. Se me dirá que para permitirle a Shakespeare los cinco actos de una tragedia. No voy a examinar un argumento tan pueril. La razón de la extraña conducta de Desdémona es otra. Se siente halagada por los celos de su marido y de algún modo se los estimula. Sabiéndose inocente, está segura de que no le ocurrirá nada malo. Toda mujer, aún la más fiel, aspira a excitar los celos del hombre que la ama: esa es, la señal de su propio valor. El hombre, pues, debe mostrarse discretamente celoso, pero sin caer en la trampa en la que cayó Otelo.