Fue descubierto en plena infidelidad por su esposa (¡Y en mi propia casa, canalla!), pero no se preocupó mayor cosa: simplemente —recordando al viejo Einstein— avanzó a tal velocidad, a la de la luz, que regresó al punto anterior a la vista de su amante. Sin embargo, tuvo la sensación de que no había hecho el amor: comenzó a acariciar a la hermosa mujer y el pasado se reprodujo. Una vez que se amaron la esposa apareció en la recámara. De nuevo no tuvo más salida que moverse rápidamente y reinició el adulterio. Otra vez quiso evitar el terrible encuentro y fue imposible. Así quedó atrapado (condenado) dentro de un incómodo e infinito círculo vicioso. Todo por no aceptar la escenita de los celos.