“Juliancito está destinado a las letras desde antes de nacer”, así decía su padre al verlo jugar con los cubos de madera que lucían en sus caras letras grabadas en brillantes colores. “Cuando vaya a la escuela, sabrá ya el alfabeto”, predecía el señor mientras el niño acomodaba una a una sus letritas formando a capricho largas palabras impronunciables.
“¿Qué dice el futuro genio de la lengua?”, lo saludaba cuando Julián metido entre sus libros estudiaba en la Universidad.
“Ahora sí hijo, ¡a escribir se ha dicho!”, afirmó satisfecho al verlo regresar del extranjero con un doctorado en Letras Hispánicas.
“Mi hijo publicará muy pronto su primer libro”, comentaba el anciano a sus amigos. “Está realizando una obra que asombrará al mundo”, agregaba en voz baja para contener su entusiasmo y no revelar el proyecto que realizaba el ya doctor don Julián desde hacía varios años encerrado en su biblioteca, en donde estaba concentrado su sueño: emplear la tecnología para obtener la obra perfecta, la única, aquella que sería el compendio, o la síntesis del genio creativo en la literatura; para esto, escribía sin descanso frente a un modelo especial de computadora al que alimentaba con todo cuanto consignaba la Historia de la Literatura Universal. Hacía tiempo que había llegado a los autores contemporáneos, pero en ellos se había estancado al no poder saciar su prurito por obtener las últimas publicaciones y seleccionar aquellas que debía asimilar su aparato mágico. Esto lo hizo caer en un estado enfermizo del que vino a rescatarle el “¡Basta ya!”, enérgico y cortante, gritado por su padre para despertarlo de su sueño. Ambos se miraron y un suspiro contenido por años, puso punto final a la búsqueda de un don Julián ya envejecido, haciéndolo aceptar que había llegado el momento de ver nacer la obra maestra de su vida. El temblor en sus manos, golpeaba la ya cansada ansiedad de su padre que lo miraba hacer. Se acercó a la computadora, la preparó con minucioso cuidado a ritmo de resonancias internas que taladraban su piel. La accionó. Un prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr y sus ojos anegados de sorpresa quedaron estáticos ante el papel en el que aparece escrito:
A b c ch d e f g h i j k l ll m n ñ o p q r rr s t u v w x y z.