Cuando la Figura del Caballero cae tristemente derrotada por los implacables gigantes, su fiel (y condescendiente) escudero, propone:
—Señor, ¿queréis que los enfrente yo?
—Ni lo intentes, Sancho —responde aquél—. ¿Cómo podrías luchar contra tan bravos gigantes si, para ti, sólo son molinos de viento?