Es sábado de Carnaval.
Delfín y Eloísa se disfrazan de Mazinger Z y Afrodita A y van a divertirse a Las Vistillas.
Bailan. Ríen. Beben. Cantan.
Arrastrados por el bullicio, se unen a congas distintas y se pierden el rastro. Siguen la fiesta cada uno por su lado, hasta que, pasada la medianoche, vuelven a encontrarse en el Tinto Bar.
—Vamos a casa, diosa mía —dice Delfín, con la voz hecha deseo.
Por el camino se abrazan, se acarician, se besan. Están tan ansiosos, que al llegar caen enredados en la cama y hacen el amor sin quitarse los disfraces.
Por la mañana a Delfín lo despierta el ruido de las llaves hurgando en la cerradura. En la mitad vacía del lecho hay una nota con un número de teléfono y un mensaje: «Llámame cuando quieras. Por cierto, me llamo Bárbara».