3.140 – Tradiciones

donkey-pinata  Pachita y Ruperto confeccionaban piñatas. Tenían más de treinta años haciéndolo. Empezaron al casarse y ahora que sus cuatro hijos vivían lejos de ellos y estaban únicamente los dos, la costumbre y la monotonía empezó a fastidiarlos.
El negocio les dejaba buenas utilidades, sobre todo en diciembre, época de tradiciones, con sus posadas, sin embargo, el resto del año Pachita se aburría…
Ruperto era muy simpático, no feo, tenía canas en las sienes; y con dinero, buscó otras diversiones y empezó a serle infiel a su esposa.
El matrimonio dura mientras la mujer aguanta y ésta no aguantó.
Ruperto desapareció, nadie sabía de él, no dejó rastros, todos pensaron que se había ido a vivir con aquella señora divorciada y coqueta que llegó un día para comprar al Ratón Miguelito y Mimí.
Pachita lo lloró, estaba triste, no comía lo suficiente, tanto adelgazó que sus hijos temían perderla, en lo único que se entretenía era en elaborar sus piñatas, hacía personajes diferentes, de moda, como La Sirenita, Sebastián, Barney, Hércules… algunos eran tan perfectos que los conservaba no queriéndolos vender.
Poco a poco fue recuperándose de su pena, bromeaba y decía que hubiera preferido la muerte de Ruperto que no saber nada de él.
Transcurrió un año, él no aparecía. Nadie tocaba el tema de la divorciada.
Su nieta, la consentida de Ruperto, se encapricho con una de sus obras perfectas, llevándose a Barney en un descuido de la abuela, para romperla en su cumpleaños.
Así se enteraron que Pachita era viuda.

Zoila Camarena

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