-Mis cortesías, mis respetos -dice el conquistador, con grave sonrisa y reverencia.
-Mis escupitajos, mis insultos -traducen los lenguas, imitando su gesto.
Los mexicanos entienden perfectamente. Sonríen y devuelven los cumplidos. Besan la tierra con las manos y la boca, preparan secretamente las armas.
Los lenguaraces serán recompensados con justicia por el bando que resulte triunfador. ¿Acaso una traducción más literal habría evitado la guerra?