El torturador lo sujetó del brazo para que las piernas no se le doblaran y el muchacho pudiera salir sobre sus propios pies del cuarto de los interrogatorios. Luego el muchacho quedó tendido en la banca de la prevención pensando en las caras de brazos remangados soltando golpe tras golpe y ahora nos dices todo lo que sabes y te vas tranquilo, y les juro que no sé nada, que yo nunca me he metido en política. Y respondía así, no porque pretendiera ocultar ningún secreto, sino sencillamente porque ésa era la verdad, de ahí que ni siquiera intentara esconderse cuando la guardia de asalto entró a la Universidad y se lo llevó junto con los otros, pese a que él dijera yo no tengo nada que ver, éstos son mis libros. Y después el dolor de la tortura como una marca para toda la vida. Y ya libre, otra vez en la Universidad, y recibiendo el abrazo de los amigos y aceptando inscribirse en el grupo más recalcitrante, pensando que una sola vez capan al gato, y si esto lo hubiera hecho antes no me habrían dado los golpes que me dieron, porque ahí sí habría tenido qué responderles cuando me interrogaban.
Un comentario en «3.487 – Una sola vez capan al gato»
Deja un comentario
Disculpa, debes iniciar sesión para escribir un comentario.
Me ha gustado mucho.