Ignoraba quiénes eran sus padres y el lugar de su nacimiento. Tampoco tenía domicilio fijo.
Durante largas temporadas fue un perro vagabundo, sin amigos y maltratado por los hombres.
Con el discurrir de los años, la evolución de las costumbres y su inteligente aplicación en el trabajo, le proporcionaron la posibilidad de conseguir un puesto sobresaliente en la administración.
Era consultado con frecuencia para resolver cuestiones difíciles de alto interés en la vida civil.
Sus palabras se escuchaban con atención y se tenían muy en cuenta sus consejos y opiniones.
Comenzó a ser bien recibido en sociedad y alternaba con las mejores familias.
Su posición mejoraba a buen ritmo y, un día vio como, con la mayor naturalidad, las personas en torno suyo, en lugar de pronunciar palabras, empezaban a emitir ladridos.