Durante muchos años el capitán Santos Pérez esperó a Facundo Quiroga (cuando Quiroga era todavía un joven arrebatado) en Barranca Yaco. Pero Quiroga se cuidaba muy bien de pasar por allí. Lejos de Barranca Yaco cosechó un triunfo tras otro. La gloria y el poder lo envalentonaron. Terminó por creer que Barranca Yaco no existía, que era un sueño, una superstición, un mito creado por antiguos terrores juveniles ya vencidos. Desde entonces anduvo despreocupadamente por todas partes y, en una de esas, pasó (cuando ya contaba cuarenta y dos años) por Barranca Yaco y allí seguía esperándolo el capitán Santos Pérez con su partida de asesinos.