Me distraigo viendo la lámpara mecerse levemente. A ratos me observo las manos, con sus cinco dedos, les doy vueltas con dificultad y las miro en silencio, desde la palma hasta el envés. La gente que me quiere me alimenta varias veces al día: leche, agüitas calientes, papillas, compotas y purés. No me gusta tanto, pero también me bañan, me echan colonia y me tienen siempre peinadito. Los pañales me los cambian unas cuantas veces al día y casi nunca se olvidan de ponerme la crema contra las rozaduras. Están todo el día pendientes de mí. Yo no hago prácticamente nada más que dormir, comer, oír, mirar y jugar con mis manos bobas. Ojalá pudiera expresar cuánto les quiero, más allá de las miradas tiernas o de esos abrazos torpes que intento darles cuando se acercan. Ojalá los años fuesen semanas. Ojalá tuviera tiempo para aprender a hablar de nuevo. Ojalá fuera un bebé y no solo lo pareciera.