Un día, un carro se detuvo frente a nuestro edificio por un problema en el motor y, para que anduviera de nuevo, le cambiaron el aceite. Cuando el carro se fue, quedó en la calzada un pequeño pozo de aceite que con el sol cambiaba de colores. Al rato, cuando Teresa llegó del kinder, se quedó parada frente a donde estaba el aceite y después de contemplarlo con asombro durante unos segundos, dijo:
“¡Mira, mami, qué cosa tan triste: un arco iris muerto!”