Y era domingo

orlando romanoLluvioso domingo por la tarde. La mujer lavaba los platos cuando oyó la voz tan querida a sus espaldas:
-Voy al café, querida. Regreso para la cena.
A ella le dolió la brevedad del beso, el sonido de aquellos pasos apagándose en la puerta, le dolieron los labios al preguntarse:
-Qué nos pasó…

Orlando Romano

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