Implica los sentidos. Comienza con la vista, un cruce de miradas basta, para colmar de tentaciones la psique del Tenorio.
Le sigue el tacto, juego seductor que inflama sus humores. El acoso prosigue con el verbo, le promete toda una vida nueva, unos viajes, un tesoro o un hasta que la muerte nos separe.
Ella crédula y vencida se entrega. Fornican y disfrutan.
Y es solo tras el acto, cavilando el modo de escapar a la conquista, que Don Juan goza vehemente, desgarrando el alma a la ingenua.
Alejandro Gelaz