Mi abuelo solía decir: «La vida es asombrosamente corta. Ahora, en el recuerdo, caigo de pronto en la cuenta de que, por ejemplo, a duras penas entiendo cómo un joven puede decidirse a cabalgar hasta el pueblo más próximo sin tener miedo de que, aparte de alguna desafortunada casualidad, el tiempo que dura una vida corriente y dichosa no baste ni con mucho para hacer semejante excursión».
Franz Kafka