– Trama, trama, de alta cuna de baja cama…
– ¿No era dama, dama?
– Puede ser, yo es que era más de Serrat que de Cecilia.
Carlos Francisco pagó la cuenta y le dijo a su amigo que graves asuntos de Estado le reclamaban. Salió del bar y subió para arriba. Así pueden identificar a Carlos Francisco como español, pues sólo los españoles suben para arriba. Subió para arriba y llegó a un Todo a 100. Entró. Le atendió una china de edad indefinida. Igual que los españoles suben para arriba, los chinos tienen todos edad indefinida.
– Vengo a que me pongan a cien.
– ¿Cómo, señol?
– Que vengo a que me pongan a cien. Lo dice fuera en su cartel: Todos a cien.
– ¿Cómo, señol?
Carlos Francisco salió para afuera (recuerden, era español) y le mostró a la china el cartel: Todos a 100.
– Mírelo. Todos a 100. No, Todo a 100. Todos a 100. Quiero ejercer mi derecho como cliente y que me pongan a cien.
La china pareció entender. Le cogió de la mano y entraron. No para dentro, porque iba delante la china. Le bajó los pantalones y le metió por el primer orificio que encontró por la zona, unas bolas chinas. Bolas chinas rellenas de curaré, pero chino. Explotaron al poco tiempo en el interior de dentro de Carlos Francisco. Murió en el acto. Carlos Francisco nunca podría tener una edad indefinida como la china. Murió de bolas chinas a 100. La china de edad indefinida le puso en el escaparate con los pantalones bajados y un hilito saliendo del único orificio próximo a la zona. Por supuesto le puso a 100. El cartel con el precio, que colgó del hilito, así lo indicó.
– ¿No era dama, dama?
– Puede ser, yo es que era más de Serrat que de Cecilia.
Carlos Francisco pagó la cuenta y le dijo a su amigo que graves asuntos de Estado le reclamaban. Salió del bar y subió para arriba. Así pueden identificar a Carlos Francisco como español, pues sólo los españoles suben para arriba. Subió para arriba y llegó a un Todo a 100. Entró. Le atendió una china de edad indefinida. Igual que los españoles suben para arriba, los chinos tienen todos edad indefinida.
– Vengo a que me pongan a cien.
– ¿Cómo, señol?
– Que vengo a que me pongan a cien. Lo dice fuera en su cartel: Todos a cien.
– ¿Cómo, señol?
Carlos Francisco salió para afuera (recuerden, era español) y le mostró a la china el cartel: Todos a 100.
– Mírelo. Todos a 100. No, Todo a 100. Todos a 100. Quiero ejercer mi derecho como cliente y que me pongan a cien.
La china pareció entender. Le cogió de la mano y entraron. No para dentro, porque iba delante la china. Le bajó los pantalones y le metió por el primer orificio que encontró por la zona, unas bolas chinas. Bolas chinas rellenas de curaré, pero chino. Explotaron al poco tiempo en el interior de dentro de Carlos Francisco. Murió en el acto. Carlos Francisco nunca podría tener una edad indefinida como la china. Murió de bolas chinas a 100. La china de edad indefinida le puso en el escaparate con los pantalones bajados y un hilito saliendo del único orificio próximo a la zona. Por supuesto le puso a 100. El cartel con el precio, que colgó del hilito, así lo indicó.
Luis Suárez