Con muchos sacrificios había conseguido ahorrar una apreciable suma de dinero, a lo largo de muchos años. «Para la vejez», se decía. Un amigo le aconsejó que, no lo tuviera en una libreta porque el dinero se depreciaba… También había visto él unos grandes anuncios en los periódicos y en la televisión, de una inmobiliaria que ofrecía un elevado tipo de interés. Canceló la cartilla e invirtió su dinero en la inmobiliaria. Creía en los valores inmobiliarios, en las cosas tangibles, en las piedras, en los ladrillos. No supo a ciencia cierta por qué, pero el hecho es que la inmobiliaria quebró y se quedó sin sus ahorros. Afortunadamente el cáncer evitó que llegara a la vejez.