Una mujer chiflada, desde niña, decía tener un secreto que no podía compartir con nadie; de hacerlo, según ella, moriría.
Avisado de esto, e intrigado, Harald Sigurdarson, rey de Noruega, le ordenó revelar el secreto:
La mujer, que era muy hermosa, habló. El monarca rió a carcajadas: (ella lo amaba); tanto misterio le pareció una estupidez.
?Vuelve a tu hogar, mujer. Te liberé de una pesada, larga e inútil carga.
Durante la noche, y sin que nadie la viese, la mujer entró a los aposentos de Harald Sigurdarson.
¿Vienes a honrarme, mujer? le hizo un espacio en su lecho.
A honrarle, mi señor, y a despedirme. Estoy muerta.
Avisado de esto, e intrigado, Harald Sigurdarson, rey de Noruega, le ordenó revelar el secreto:
La mujer, que era muy hermosa, habló. El monarca rió a carcajadas: (ella lo amaba); tanto misterio le pareció una estupidez.
?Vuelve a tu hogar, mujer. Te liberé de una pesada, larga e inútil carga.
Durante la noche, y sin que nadie la viese, la mujer entró a los aposentos de Harald Sigurdarson.
¿Vienes a honrarme, mujer? le hizo un espacio en su lecho.
A honrarle, mi señor, y a despedirme. Estoy muerta.
MUY BUENO