Quedan ensimismados, silenciosas las roldanas de los aljibes, endureciéndose la masa levada en las artesas. Los pájaros devoran los granos de trigo demasiado maduro y hasta los bebés se olvidan de llorar, recordando la oscuridad del vientre de su madre, el pezón en los labios.
Nada se logra hablándoles de los placeres de la vida, pero a veces es posible persuadirlos de la necesidad de atesorar nuevos recuerdos.
Entonces se ponen en movimiento lentamente y de a poco (los jóvenes primero, los muy viejos nunca más) comienzan otra vez a vivir sólo para darle gusto a la memoria, como todos los hombres.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Páginas de espuma, 2009