El joven matrimonio anunció inesperadamente que se iba a Londres, a disfrutar de unos días de permiso, aprovechando los ventajosos precios que ofrecía una agencia de viajes. Dejaron a los niños al cuidado de los abuelos, que por cinco días no pusieron dificultad alguna. Pero el supuesto día de su regreso, llamaron por conferencia telefónica, advirtiendo que habían sufrido un accidente automovilístico cerca de Cambridge, sin consecuencias graves afortunadamente, pero que ella debía guardar unos días de completo reposo. Toda la familia se conmovió y también la empresa donde él prestaba sus servicios. Al cabo de veinte días, volvieron. Ella visiblemente pálida y ojerosa. Había perdido mucha sangre, pero, ciertamente, el accidente no le había dejado huella alguna visible. Todos intuyeron lo ocurrido realmente, excepto los abuelos, que entendían era una locura alquilar un coche en Inglaterra, «donde todos conducen al revés…».