El joven profesor estudió latín (quam procul negotiis), por narices, contra la opinión de sus padres. Ellos hubieran querido que estudiara idiomas, inglés, por ejemplo, que entonces se llevaba mucho. A él le encantaban los idiomas, le fascinaba su sintaxis, pero no quería ganarse la vida enseñando lenguas vivas.
Aprobó la oposición por griego (timeo Danaos), y enseñó música, francés, geografía, lengua, literatura, procesos de comunicación y un montón de asignaturas afines. Griego, lo que se dice griego, solo un año.
El joven profesor, ya no tan joven, harto de ser un humanista, acabó enseñando lengua española en un instituto español para alumnos nacidos y criados en España.
Toda la vida huyendo de los idiomas para terminar impartiendo español para extranjeros.